Cuento: El tesoro del río mágico
El tesoro del río mágico
Había una vez en un pequeño pueblo, dos hermanos llamados Lucas y Sofía.
Ambos eran curiosos y aventureros, siempre buscando nuevas experiencias.
Un día, mientras paseaban por el campo, escucharon un rumor sobre un misterioso tesoro escondido en algún lugar lejano.
Intrigados por la idea de descubrir un tesoro, los hermanos decidieron emprender un viaje épico.
Con su mochila llena de provisiones y un mapa antiguo que encontraron en casa del abuelo, se adentraron en un bosque encantado, siguiendo la pista del tesoro perdido.
Pronto, se encontraron frente a un río caudaloso que bloqueaba su camino.
Lucas, el hermano mayor, tenía una idea brillante. “Hermana, ¿qué tal si construimos un puente con piedras para cruzar?” propuso entusiasmado.
Sofía, sin embargo, conocía una leyenda sobre el río. “Dicen que este río tiene poderes mágicos, Lucas. Si te sumerges en sus aguas, te concederá un deseo”.
Pero Lucas no creía en leyendas y dijo: “No hay tiempo para tonterías. Vayamos a buscar piedras para el puente”.
Así comenzaron a recoger piedras y a construir su puente.
Pero mientras trabajaban, sintieron una voz suave que les decía: “No hay necesidad de construir un puente, solo necesitáis una gota de agua”.
Ambos hermanos se miraron sorprendidos y vieron a una pequeña hada del agua flotando sobre el río. “Si deseáis cruzar, solo debéis pedirle al río que os ayude, y dejar que una gota de agua sea vuestra guía”, dijo el hada.
Lucas, incrédulo, decidió probar suerte y lanzó una moneda al río, pidiendo que les permitiera cruzar.
De repente, el agua comenzó a abrirse y una fina línea de agua se formó, permitiéndoles caminar sobre ella hasta el otro lado.
Sofía también lanzó una moneda, pero dijo: “Quiero que este río ayude a cualquier persona que necesite cruzarlo en el futuro”.
Al hacerlo, el río se abrió aún más, transformándose en un puente sólido y duradero.
Los hermanos continuaron su viaje, enfrentándose a desafíos y ayudando a los demás en el camino.
Finalmente, llegaron al lugar donde el tesoro estaba enterrado, pero se dieron cuenta de que no necesitaban el tesoro para ser felices.
Habían aprendido la importancia del agua, la generosidad y la gratitud.
Regresaron al pueblo y compartieron su experiencia con todos.
El río se convirtió en un lugar sagrado y la gente comenzó a cuidarlo y a usarlo de manera responsable.
Y así, los hermanos Lucas y Sofía demostraron que el agua es un tesoro más valioso que cualquier riqueza material.
Y como agradecimiento, el agua del río siempre fluyó cristalina y pura, recordando a todos la importancia de cuidar y valorar este preciado recurso.
Abraham Cuentacuentos.
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