La fiesta en la cabaña nevada y el árbol de los deseos

La fiesta en la cabaña nevada y el árbol de los deseos

La fiesta en la cabaña nevada y el árbol de los deseos

En un invierno cubierto por un manto de nieve resplandeciente, dentro de un bosque encantado, se encontraba una cabaña acogedora y cálida. Esta cabaña pertenecía a Don Ricardo, un anciano amable y sabio, conocido por contar las historias más fascinantes del lugar. Sus largas barbas blancas, ojos brillantes y una sonrisa constantemente en su rostro, hacían que todos en el pueblo lo considerasen el abuelo de todos.

Una tarde, mientras la nieve caía sin cesar, don Ricardo acomodaba la leña en la chimenea para calentarse. De repente, escuchó a alguien llamar a la puerta. Al abrirla, apareció Carlitos, un niño de ojos grandes y brillantes, con mejillas rojas por el frío.

-¡Don Ricardo, don Ricardo! ¡Mi mamá dice que debemos quedarnos aquí, porque la tormenta es muy fuerte y no podemos regresar a casa!- exclamó Carlitos con voz urgente.

Don Ricardo, sin pensarlo dos veces, abrió la puerta para que Carlitos y su madre, la señora Marta, entraran en la cabaña. Dentro, el calor de la chimenea comenzó a relajar a los recién llegados. A los pocos minutos, más vecinos comenzaron a llegar buscando refugio: estaba Raquel, la panadera, el señor Juan, el carpintero, y muchos otros habitantes del pueblo.

-No hay de qué preocuparse, amigos- dijo don Ricardo con una sonrisa tranquilizadora-. Esta cabaña es lo bastante grande para todos, y juntos haremos de esta noche una experiencia inolvidable.

La noche fue avanzando, la tormenta seguía furiosa afuera, levantando remolinos de nieve y viento. Sin embargo, dentro de la cabaña, la atmósfera era alegre y acogedora. Todos se acomodaron alrededor del fuego, mientras don Ricardo sacaba una vieja caja de madera llena de adornos navideños.

-Cuentan las leyendas que, en algún lugar del bosque, existe un árbol mágico que cumple un deseo a todos aquellos que llevan un adorno especial y lo cuelgan en sus ramas- empezó a narrar don Ricardo con voz profunda y misteriosa.

Los ojos de todos los niños, sobre todo de Carlitos, se abrieron como platos. Habían oído rumores sobre el árbol de los deseos, pero nunca habían conocido a nadie que lo hubiera encontrado.

-Pero, don Ricardo, ¿cómo sabremos cuál es el adorno especial?- preguntó Raquel con emoción.

Don Ricardo sacó un hermoso adorno en forma de estrella, brillante y dorado, de la caja y lo levantó para que todos lo vieran.

-Este es el adorno especial. Y esta noche, amigos míos, partiremos en su busca- dijo con una sonrisa.

La idea de una aventura en medio de la tormenta parecía absurda al principio, pero la mágica historia de don Ricardo había encendido la chispa de la curiosidad y el entusiasmo en todos. Después de abrigarse adecuadamente, salieron al exterior, con don Ricardo a la cabeza, sosteniendo la estrella dorada con firmeza.

El bosque, cubierto de nieve y resplandeciente a la luz de la luna, parecía salido de un cuento de hadas. Avanzaron entre los árboles, dejando detrás las huellas de sus botas en la nieve virgen. Cada paso era una mezclanza de sonidos crujientes y ecos mágicos.

-¡Allí está! Exclamó Carlitos de repente, señalando hacia un árbol majestuoso y brillante en la distancia.

-Ese debe ser el árbol de los deseos- dijo Marta con un susurro de esperanza.

Se acercaron con cautela y admiraron la belleza del árbol. Sus ramas estaban decoradas con innumerables luces que titilaban como estrellas. Don Ricardo se adelantó y colgó la estrella dorada en una de las ramas más bajas. De repente, el árbol resplandeció con una luz aún más intensa.

En ese momento, todos los presentes cerraron los ojos y pidieron un deseo. La magia del árbol era palpable, y por un instante, parecieron transportarse a un mundo donde los sueños se hacen realidad.

Regresaron a la cabaña con el corazón ligero y lleno de esperanza. La tormenta comenzaba a amainar, y el sentimiento de haber vivido una noche mágica los unía más que nunca.

Días después, como si el destino hubiera escuchado sus deseos, todos en el pueblo comenzaron a notar pequeños milagros. La panadería de Raquel florecía, los muebles del señor Juan empezaron a ser muy demandados, y la paz y prosperidad llenaban cada rincón del pueblo.

-El verdadero milagro- dijo don Ricardo una noche junto al fuego- es la bondad y la unidad que compartimos. Ese es el verdadero poder del árbol de los deseos.

Moraleja del cuento «La fiesta en la cabaña nevada y el árbol de los deseos»

La verdadera magia reside en la bondad, la unidad y la esperanza que compartimos con los demás. Cuando nos unimos y colaboramos, podemos superar cualquier adversidad y hacer realidad nuestros sueños más profundos.

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