La travesía del pollito y la búsqueda del arco iris en el valle de los sueños

La travesía del pollito y la búsqueda del arco iris en el valle de los sueños

La travesía del pollito y la búsqueda del arco iris en el valle de los sueños

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Había una vez, en una granja luminosa y bulliciosa, un pequeño pollito llamado Pepín. Pepín era diferente a los demás pollitos; mientras sus hermanos disfrutaban de pelear por las migajas de maíz y corretear en el gallinero, Pepín soñaba con aventuras lejanas y horizontes desconocidos. Era de un amarillo brillante, con plumas que relucían como diminutos rayos de sol y ojos marrones llenos de curiosidad y determinación.

Un día, mientras Pepín contemplaba el horizonte desde lo alto de una loma, escuchó un susurro en el viento. «Pepín, busca el arco iris en el valle de los sueños. Solo allí encontrarás tu verdadero destino», dijo la voz, misteriosa y envolvente. Sin pensarlo dos veces, el pequeño pollito decidió emprender la travesía, decidido a descubrir el significado de esas palabras misteriosas.

El camino hacia el valle de los sueños no sería fácil. Sus primeras horas de viaje estuvieron llenas de incertidumbre y fatiga, pero Pepín no se rendía. Pronto, se encontró con una rana llamada Ramón, de piel verde esmeralda y ojos saltones. «¿A dónde vas, pequeño pollito?», croó Ramón.

«Busco el arco iris en el valle de los sueños», respondió Pepín con entusiasmo.

Ramón meditó un momento y luego dijo, «Creo saber dónde queda ese lugar. Déjame guiarte». Y así, juntos comenzaron a atravesar el espeso bosque cercano a la granja.

El bosque era un lugar lleno de vida y riesgo. Árboles gigantes, con troncos de cortezas ásperas y ramas que susurraban secretos al viento, formaban un camino sinuoso y sombrío. De repente, se les apareció una serpiente de escamas doradas, llamada Selena. Selena miró a los dos viajeros con ojos entrecerrados y siseó, «¿Qué buscan en mi bosque?»

Con valentía, Pepín respondió, «Buscamos el valle de los sueños y el arco iris».

La serpiente, intrigada, decidió unirse a la travesía. «Conozco cada rincón de este bosque. Os llevaré al otro lado, pero debéis enfrentar las sombras del cañón del miedo», dijo Selena. El cañón del miedo era famoso por sus ecos escalofriantes y las sombras que parecían moverse por cuenta propia.

Al llegar al cañón, Pepín sintió un leve temblor en sus patitas, pero no dejó que el miedo lo dominara. Con Ramón y Selena a su lado, avanzaron cautelosamente. «¡Cuidado con las sombras!», advirtió Selena. Sin embargo, fue Ramón quien, con su agilidad, esquivó una sombra que casi envuelve a Pepín.

Una voz profunda y retumbante resonó en el cañón: «¿Quién se atreve a cruzar mi dominio?» Era la voz del gigante Guillermo, un enorme oso que moraba en la profundidad del cañón, de pelaje oscuro y ojos de fuego. «Somos viajeros en busca del valle de los sueños,» respondió Pepín, tratando de no mostrar miedo.

Guillermo se aproximó y, viendo el valor en los ojos del pequeño pollito, decidió dejarlos pasar. «Admiro tu valentía, pequeño. Os acompaño en vuestra travesía», dijo el oso. Así, los cuatro compañeros continuaron juntos.

Después de cruzar el cañón, llegaron a un vasto prado lleno de flores de todos los colores, que bañaban el paisaje con su aroma dulce. «Aquí debemos encontrar la llave del portal», dijo Ramón, recordando viejas leyendas.

Buscando entre las flores, Pepín encontró una amapola brillante y, debajo de ella, una llave dorada. «¡La encontré!», gritó con emoción. Juntos, se dirigieron hacia una colina en el centro del prado, donde se encontraba el portal custodiado por una estatua mágica de una majestuosa águila.

«Solo aquellos puros de corazón podrán pasar», habló la estatua con una voz imponente. Pepín, sin dudarlo, aproximó la llave al portal, que se abrió con un resplandor cegador, revelando el magnífico valle de los sueños.

El valle de los sueños era un lugar más allá de la imaginación, con ríos de cristal y colinas de esmeralda. En el centro del valle se erguía el tan ansiado arco iris, dividiendo el cielo en colores vibrantes y mágicos. Pepín sintió una inmensa paz al contemplar aquel paisaje. «Este es mi destino,» pensó, mientras los colores del arco iris envolvían su ser.

De repente, apareció una majestuosa gallina dorada llamada Aurelia, quien era la guardiana del valle. «Has demostrado valor, amistad y pureza de corazón, Pepín. Este es tu hogar ahora, pero siempre podrás regresar con tus amigos cuando lo desees,» dijo con una voz melodiosa.

Pepín, Ramón, Selena y Guillermo se despidieron con la promesa de reencontrarse siempre que sus corazones así lo desearan. Pepín miró a sus amigos con gratitud, sabiendo que esta aventura había cambiado sus vidas.

El regreso a la granja fue menos tormentoso, lleno de recuerdos felices y aventuras compartidas. Pepín supo que el valle de los sueños siempre estaría en su corazón, y así, se convirtió en el líder sabio y respetado entre los suyos, inspirándolos a vivir sus propias aventuras y a seguir sus sueños.

Moraleja del cuento «La travesía del pollito y la búsqueda del arco iris en el valle de los sueños»

La moraleja de esta historia es que la valentía, la amistad y la pureza de corazón nos guiarán siempre hacia nuestros sueños, no importando cuán lejanas o difíciles parezcan las travesías. Los verdaderos tesoros están en los encuentros y aprendizajes que hacemos a lo largo del camino.

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