Cuento: El amanecer de los herbívoros y la historia de Bronti

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El amanecer de los herbívoros y la historia de Bronti

En un exuberante valle dominado por frondosas cícadas y gigantescas coníferas, despertaba la gran manada de apacibles dinosaurios herbívoros al despuntar el Cretácico.

Los primeros rayos del sol acariciaban las escamas de Bronti, un joven Brontosaurus de piel verdosa y mirada curiosa.

Su cuello se elevaba con gracia, como un periscopio en busca de los brotes más tiernos para iniciar el día con una suculenta comida.

Bronti era conocido entre los suyos por su espíritu aventurero, pero también por un corazón que latía al ritmo de la bondad y la inocencia.

Le encantaba entrelazar su cuello entre las ramas, escuchando el crujir de las hojas al ser arrancadas.

Sin embargo, la calma del valle pronto sería sacudida por un misterioso cambio que llevaría a Bronti y a su manada en un viaje fascinante.

Una noche, la tierra tembló con furia.

Los ancianos decían que tales estremecimientos eran presagios de un largo viaje que la manada debía emprender, un viaje hacia un nuevo hogar.

Bronti contemplaba las estrellas, preguntándose qué aventuras encontrarían más allá del valle que siempre había sido su hogar.

Al amanecer, con el corazón henchido de audacia y un poco de temor, la manada inició el camino guiados por el matriarca, una sabia y anciana Diplodocus llamada Donatila.

Su porte señorial y su piel curtida por el paso de innumerables estaciones la hacían respetada por todos.

«Bronti, mantén tus ojos bien abiertos y tu mente aún más», le aconsejó con voz serena.

Mientras la manada avanzaba, los encuentros con otros seres del Mesozoico se volvían frecuentes.

Un día, una bandada de Pterodáctilos sobrevoló la manada, trazando círculos en el aire.

Su líder, un Pteranodon de envergadura impresionante, planeó hacia Bronti. «¡Saludos, viajeros de la tierra!», gritó.

Bronti respondió con un rugido amistoso y preguntó sobre el camino a seguir.

El Pteranodon, con ojos inteligentes y astucia, compartió leyendas de un valle más allá de las grandes montañas, un lugar de refugio y prosperidad para los que andaban a pie.

Las semanas se tornaron en meses, y la manada fue testigo de maravillas que desafiaban la imaginación.

Cruzaron ríos donde criaturas como el Sarcosuchus, un inmenso cocodrilo, gobernaban las aguas con mandíbulas que podían cerrarse en un instante.

Bronti, con la misma valentía que sus ancestros, lideró el paso por las agrias aguas, usando su tamaño y fuerza para disuadir a los depredadores.

En una ocasión, un grupo de jóvenes Triceratops se unieron a la caravana ambulante.

Su líder, un robusto y desafiante macho llamado Tric, entabló amistad con Bronti.

Juntos, compartían historias de sus respectivas manadas y soñaban con los días venideros en los que encontrarían el valle prometido.

Fue Tric quien alertó a Bronti de un peligro inminente.

Un grupo de veloces Velociraptores había estado siguiendo a la manada con una astucia letal.

Bronti, con la ayuda de su nueva amistad, diseñó un plan para distraer a los predadores, permitiendo que los más vulnerables de la manada escaparan sin ser vistos.

La estrategia funcionó a la perfección, consolidando la alianza entre los herbívoros de diferente especie.

A medida que se acercaban a la cadena montañosa que debían cruzar, los desafíos se volvían más arduos.

En sus faldas, se encontraron con un sabio Stegosaurus, un ermitaño de mil batallas llamado Esteban, que advertía de los peligros de los picos.

Él, con placas dorsales que captaban el calor del día y lo liberaban por la noche, se ofreció a guiar a la manada a través del laberinto pétreo hasta la cima.

Una vez en lo alto de la montaña, la manada se encontraba exhausta.

Pero entonces, justo cuando el sol se despedía con su último aliento del ocaso, apareció ante ellos el valle soñado.

La vista era sobrecogedora: un paraiso de verdes praderas, lagos cristalinos y una multitud de especies conviviendo en pacífica armonía.

Bronti, con lágrimas en sus ojos reptilianos, sabía que habían llegado a casa.

Moraleja del cuento «El amanecer de los herbívoros y la historia de Bronti»

Así, Bronti y sus compañeros aprendieron que el hogar no es solo un lugar, sino también los corazones que palpitan al unísono en la búsqueda de paz y felicidad.

Aun frente a la adversidad, la unión y el valiente espíritu de aventura sirven de brújula hacia destinos de esperanza y prosperidad.

Que la solidaridad entre distintas especies sea el legado eterno que nos inspire a construir un mundo más compasivo y respetuoso con todos los seres que lo comparten.

Abraham Cuentacuentos.

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