Cuento: El castillo encantado en la cima de la montaña llegando a él con valor y bondad contra la magia oscura
El castillo encantado en la cima de la montaña llegando a él con valor y bondad contra la magia oscura
En un reino muy lejano y olvidado, donde los árboles susurraban leyendas y los ríos cantaban melodías ancestrales, se erigía sobre la cima de la montaña más alta un misterioso castillo.
Se decía que estaba habitado por espíritus bondadosos que protegían a los valientes y puros de corazón, aunque también se rumoreaba que un hechizo oscuro lo envolvía desde tiempos inmemorables.
Este reino, gobernado por el sabio rey Leandro y la bondadosa reina Amalia, pronto se enfrentaría a un desafío inesperado.
La princesa Valeria, de vigorosos ojos verdes y cabellos como la sedosa noche, compartía secretamente la inquietud de explorar aquel castillo.
Su curiosidad no conocía de límites, y su valentía la distinguía entre los lugareños.
Su mejor amigo, el joven herrero llamado Erik, la acompañaba en su pasión por las aventuras.
Erik tenía el corazón tan grande como sus músculos forjados en el calor de la herrería, y ambos compartían un lazo inquebrantable de amistad y determinación.
Una noche, mientras la luna alumbraba con un fulgor mágico, Valeria y Erik escucharon un lamento que recorría el viento.
Provenía del castillo en la cima. Sin pensarlo dos veces, emprendieron su camino a través del espeso bosque que serpenteaba hacia la montaña.
Animales del bosque los seguían con curiosidad, como si quisieran ser parte de la historia que estaba por escribirse.
Las criaturas del bosque presagiaban una aventura llena de misterios.
Los árboles parecían murmurar advertencias mientras avanzaban, y los arbustos susurraban cuentos de aquellos que habían intentado alcanzar el castillo anteriormente sin éxito.
Sin embargo, estos jóvenes no estaban disuadidos por los cuentos para asustar a los niños.
Llevaban en sus corazones la luz de la valentía y la verdad de la bondad, armas poderosas contra cualquier oscuridad.
“Valeria, ¿realmente crees en esos espíritus bondadosos del castillo?” preguntó Erik, su voz mezclándose con el crujir de las hojas bajo sus botas.
“Creo en el valor de descubrirlo por nosotros mismos”, respondió Valeria con una sonrisa, mostrando una confianza que infundía valor hasta al más miedoso de los animales del bosque.
Tras un largo viaje, finalmente llegaron a un claro donde la montaña se alzaba imponente frente a ellos.
La senda a seguir estaba cubierta en niebla, dando al castillo un aspecto aún más enigmático.
Sin embargo, cada paso los acercaba más a la verdad oculta tras esos muros de piedra que parecían alcanzar las estrellas.
En su ascenso, enfrentaron desafíos que requerían tanto fuerza como ingenio.
Ríos embrujados con corrientes engañosas, puentes colgantes que crujían amenazantes con cada paso, y acertijos pronunciados por estatuas antiguas cuyos ojos parecían seguirlos con atención.
“Solo aquellos cuyo corazón sea tan puro como el agua de la montaña podrán cruzar”, declamó una estatua con voz etérea.
Valeria y Erik, sin titubear, unieron sus manos y cruzaron el río.
El agua, en lugar de arrastrarlos, los acogió y permitió su paso.
La montaña se tornaba más agreste, y las pruebas más espinosas.
Sin embargo, cada prueba superada fortalecía su amistad, templaba su coraje y los llenaba de esperanzas renovadas.
Una tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse tras las montañas vecinas, Valeria y Erik se enfrentaron al reto más difícil hasta entonces: una bestia sombría de ojos como carbones encendidos, cuyo rugido helaba la sangre.
La bestia vigilaba la última puerta antes de la entrada al castillo.
Parecía inmune a la bondad, una criatura de la magia oscura que no entendía de razones.
Erik adelantó un paso, espada en mano, listo para defender a su amiga y a sí mismo.
Pero Valeria, con un gesto firme, le detuvo.
“La violencia solo trae más oscuridad, Erik. Hay otra manera”, dijo con convicción.
Sacando de su bolsillo un amuleto que le había dado su madre, lo alzó hacia la bestia.
“¡Escucha, criatura de sombras! No venimos a luchar, sino a entender, a liberar lo que fue encadenado con rencor y miedo”.
El amuleto brilló con luz propia, y un rayo de esperanza perforó la sombra de la bestia, que comenzó a retroceder, sus rugidos volviéndose gemidos.
Finalmente, la criatura se transformó ante sus ojos en un majestuoso grifo, cuyas plumas parecían reflejar los colores del atardecer.
“He estado atrapado en esa forma por la maldición de un mago desalmado durante siglos.
Gracias por liberarme”, dijo el grifo con una voz tan melodiosa como el sonido de las cascadas. “Como muestra de mi gratitud, os guiaré a la entrada del castillo”.
Extendiendo sus poderosas alas, señaló el camino y los acompañó hasta la entrada principal del castillo.
Al cruzar el umbral del castillo, fueron recibidos por una luz cálida y una sensación de paz que los envolvió.
Caminaron por corredores adornados con tapices que contaban la historia del lugar y pasaron por salas que destellaban con la magia de antaño.
Finalmente, llegaron al corazón del castillo, una sala resplandeciente cuyo techo parecía un cielo estrellado.
En el centro, un anciano de aspecto noble con una túnica bordada de luz los esperaba.
“Bienvenidos, Valeria y Erik, los elegidos por el corazón del reino. Habéis superado la oscuridad con vuestra bondad y valentía. Soy el guardián de este castillo, y mi propósito es transmitir mi conocimiento a aquel que demuestre ser digno”, declaró el anciano con voz suave pero firme.
El guardián explicó que el castillo había sido un refugio de magia pura, creada para proteger el reino de cualquier maldad.
Pero su poder solo podía ser liberado por almas nobles como ellos.
“Vuestros corazones han demostrado ser más fuertes que cualquier encantamiento oscuro. Tenéis mi bendición para llevar el don de la luz y la sabiduría de regreso a vuestro pueblo”, concluyó el guardián mientras los tocaba suavemente en la frente con su cetro, otorgándoles el conocimiento y la magia necesaria para proteger su hogar.
Con el amanecer, Valeria y Erik regresaron al pueblo, siendo recibidos como héroes.
Habían traído consigo no solo la magia del castillo sino una fuerza nueva: la certeza de que el valor y la bondad pueden disipar la más profunda oscuridad.
El reino se convirtió en un paraje de armonía y prosperidad, y el castillo en la cima de la montaña ahora brillaba con una luz que se podía ver incluso desde el pueblo más distante.
Valeria y Erik vivieron muchas más aventuras, pero ninguna tan importante como la que los llevó a descubrir el verdadero poder que yace en los corazones nobles.
Las estaciones pasaban, y las leyendas del castillo y los valientes amigos se tejían en los cuentos que se contaban cada noche junto al fuego.
Las generaciones venideras aprenderían de su coraje y su generosidad, convirtiéndose en faros de luz para todos aquellos que buscan su camino en la oscuridad.
Moraleja del cuento “Cuento: El castillo encantado en la cima de la montaña llegando a él con valor y bondad contra la magia oscura”
El verdadero coraje no reside en la fuerza de las armas, sino en la nobleza de espíritu.
La bondad y la valentía son luces que iluminan las sombras, y abren las puertas de los castillos más encantados.
Aunque el viaje sea largo y los retos difíciles, el valor y la bondad siempre encontrarán un final feliz.
Abraham Cuentacuentos.
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