El pato y el mago del pantano que custodiaba el libro de los hechizos perdidos

El pato y el mago del pantano que custodiaba el libro de los hechizos perdidos

El pato y el mago del pantano que custodiaba el libro de los hechizos perdidos

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En las profundidades de un pantano olvidado, donde los árboles se arqueaban con una mística reverencia y la niebla era la única constante, vivía un pato llamado Gonzalo. Gonzalo no era un pato común; su plumaje era de un verde esmeralda brillante que resplandecía incluso en la penumbra del pantano. Este color insólito era motivo de habladurías entre los animales, quienes creían que Gonzalo había sido bendecido o maldecido por alguna antigua magia.

Una tarde de otoño, cuando la luz dorada del sol se filtraba a través de las hojas marchitas, Gonzalo se encontraba en la orilla del pantano, acicalándose las plumas. De repente, un destello proveniente del corazón del pantano llamó su atención. Intrigado, decidió investigar el origen de esa luz misteriosa.

Con cada paso que daba, el pantano parecía volverse más denso y enigmático. Finalmente, llegó a un claro donde una cabaña de madera, casi consumida por el musgo, se levantaba majestuosa. Frente a la puerta se encontraba un anciano de largas barbas grises y ropajes andrajosos. «Bienvenido, Gonzalo», dijo el anciano sin levantar la vista de un libro que sostenía.

Gonzalo parpadeó con sorpresa. «¿Cómo sabes mi nombre?», preguntó mientras avanzaba cautelosamente hacia la cabaña.

«Soy Baltasar, el mago del pantano. He vivido aquí mucho antes de que los hombres olvidaran este lugar,» respondió el anciano con una voz que parecía un susurro del viento entre los árboles. «Y sé muchas cosas, incluido tu nombre y propósito.»

El pato, aún desconcertado, replicó, «¿Propósito? Solo estaba explorando, no tengo ningún propósito en esta visita.»

Pero Baltasar, con una sonrisa enigmática, afirmó, «Todos pertenecen al destino escrito en el libro de los hechizos perdidos. Tú estás destinado a encontrarlo y devolver su poder al bien.» Con esas palabras, señaló una senda oculta entre la maleza, por donde parecía brillar una tenue luz.

Gonzalo, sintiendo una mezcla de miedo y determinación, comenzó a seguir el camino. La senda serpenteaba, llevándolo más profundo en el pantano, hasta un árbol inmenso con ramas que parecían tocar el cielo. En su base, una abertura revelaba una escalera que descendía a las entrañas de la tierra.

Descendió con cautela, y con cada peldaño, la oscuridad era más envolvente. Al llegar al final, se encontró en una vasta caverna iluminada por esferas flotantes de luz. En el centro, sobre un pedestal de piedra, reposaba un libro antiguo con tapas de cuero gastado.

Sin saber cómo, Gonzalo comprendió que había hallado el libro de los hechizos perdidos. Justo cuando se disponía a tomarlo, una voz resonó: «¡Alto! Nadie puede llevarse ese libro sin pasar la prueba del espíritu!» La voz provenía de una sombra que lentamente tomaba la forma de un jóvenes guerreros caídos, que emergían de las paredes.

Gonzalo, con el corazón latiendo desbocado, intentó comunicar su inocencia. «No tengo malas intenciones, solo cumplo con mi destino.»

El espíritu líder, un guerrero de armadura antigua llamado Rodrigo, observó al pato con ojos de fuego. «Sólo los puro de corazón pueden realizar esta hazaña. Si tu alma es sincera, ganarás. Si no, el pantano te consumirá,» dijo, mientras desaparecía en el aire.

Seguidamente, una serie de desafíos comenzaron a manifestarse. Los espíritus evocaron tormentas, visiones de pesadilla y rompecabezas que pusieron a prueba la mente y el coraje de Gonzalo. Pero con cada obstáculo, demostró no solo inteligencia y valentía, sino también la pureza de su propósito. Adaptando su espíritu al entorno, desveló cada enigma, hasta que finalmente, el mismo Rodrigo apareció nuevamente.

«Eres digno,» declaró con solemnidad, dándole permiso para tomar el libro. Un rayo de luz celestial iluminó el pedestal, y Gonzalo se acercó, tomando el volumen con sus plumas temblorosas.

Sintiendo el poder del libro, Gonzalo emprendió el camino de regreso. Al emerger del subsuelo, Baltasar lo esperaba, sonriente. «Has logrado lo que pocos pueden. Con este libro, devolveremos la paz y el equilibrio al pantano,» dijo el mago, acompañándolo de nuevo a la cabaña.

Días después, con la ayuda de Gonzalo y el poder del libro de los hechizos perdidos, Baltasar sanó el pantano. Las aguas volvieron a ser cristalinas, los árboles recobraron su verdor, y la vida floreció como nunca antes se había visto. Los animales del pantano bailaron y cantaron en celebración, agradeciendo a Gonzalo y Baltasar por su valentía y sabiduría.

El tiempo pasó, y Gonzalo se convirtió en una leyenda. Viajó por los cuatro rincones del pantano, compartiendo historias de valentía y enseñanzas de bondad, inspirado por su encuentro con Baltasar y el libro mágico.

Moraleja del cuento «El pato y el mago del pantano que custodiaba el libro de los hechizos perdidos»

La valentía y la pureza de corazón pueden iluminar los senderos más oscuros. A veces, lo maravilloso espera en lo inesperado, y aquellos que se atreven a seguir su destino, sin importar cuán improbable parezca, pueden lograr grandes hazañas. La verdadera magia reside en la bondad y el propósito.

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