La casa sin escapatoria

Érase una vez una familia que se mudó a una casa antigua en el bosque.
La casa estaba rodeada de árboles altos y oscuros que parecían moverse por su cuenta.
A pesar de la belleza del paisaje, había algo extraño y siniestro en el aire.
Pero la familia no prestó atención a las señales de peligro y se instaló en la casa.
Durante las primeras semanas, todo parecía ir bien.
Pero luego, la familia comenzó a notar cosas extrañas.
Escuchaban ruidos extraños en la noche, como susurros y pisadas en el suelo de madera.
A veces, las puertas se abrían y cerraban solas, y las cortinas se movían sin viento.
Pero lo peor llegó cuando la hija menor de la familia comenzó a tener pesadillas espeluznantes.
Soñaba con una mujer vestida de negro, que tenía el pelo largo y enmarañado y la piel pálida y fría como el hielo.
La mujer la observaba desde la distancia, y la niña podía sentir su presencia incluso cuando estaba despierta.
Los padres de la niña intentaron calmarla, pero la presencia de la mujer de negro se hizo cada vez más intensa.
Un día, la niña despertó en medio de la noche y vio a la mujer de negro de pie junto a su cama.
La mujer la miró con ojos fríos y vacíos, y luego desapareció en la oscuridad.
Los padres de la niña comenzaron a investigar la historia de la casa y descubrieron que había sido construida en un cementerio antiguo.
La mujer de negro resultó ser la esposa de un hombre que había sido enterrado allí, y su espíritu había estado vagando por la casa durante años.
La familia intentó dejar la casa, pero la mujer de negro les impidió irse.
Cada vez que intentaban salir, la mujer aparecía frente a ellos, con los ojos vacíos y fríos.
La familia se dio cuenta de que nunca podrían escapar de la casa, y se convirtieron en presos del espíritu vengativo para siempre.
Colorín colorado, este cuento de terror se ha acabado.
Moraleja del cuento «La casa sin escapatoria»
La moraleja de esta historia es que a veces, el pasado puede perseguirnos y atormentarnos, y no hay escapatoria de las consecuencias de nuestros actos.
Abraham cuentacuentos.


