A través del espejo y lo que Alicia encontró allí

A través del espejo y lo que Alicia encontró allí

A través del espejo y lo que Alicia encontró allí

El sol empezaba a ocultarse detrás de las montañas, tiñendo de ámbar los cielos de Toledo. Alicia estaba sentada en el viejo mueble de su abuelo, un baúl forrado de cuero que siempre despertó en ella una curiosidad insaciable. Su cabello castaño se balanceaba suavemente con la brisa que entraba por la ventana abierta. Sus ojos marrones recorrían con ansias las páginas de un libro que desde pequeña la había fascinado: «Las aventuras de Bartolomé, el navegante».

Esa noche, Alicia no tenía la menor idea de que su vida estaba a punto de dar un giro inesperado. Mientras leía en silencio, una extraña sensación invadió el ambiente. Una ligera vibración se sintió debajo de la alfombra del salón. Subíó rápidamente la mirada y vio cómo el espejo de la sala empezaba a brillar con una luz intensa, reflejando no su imagen, sino un paisaje desconocido, denso en jungla y empedrado en caminos antiguos.

—Esto no puede ser real —se dijo a sí misma, sin poder evitar acercarse al espejo.

Antes de que pudiera detenerse, un tronido en el suelo extendió una grieta hasta la alfombra y el espejo, extendiéndose por la sala hasta los pies de Alicia. Para su sorpresa, lo siguiente que sintió fue un torbellino envolviéndola, atrapándola y llevándola a través del cristal hasta un mundo desconocido y maravilloso.

La transición fue tan rápida que Alicia apenas tuvo tiempo de gritar. De repente, se encontraba en medio de una selva exuberante. Las palmeras gigantes se alzaban majestuosas, y el canto de aves exóticas llenaba sus oídos. Frente a ella, un sendero serpenteante se adentraba en el bosque. Sin embargo, no tardó en encontrar compañía.

—¡Alto ahí! —gritó una voz masculina, entonces, apareció un hombre con una armadura de cuero y una espada antigua, que parecía salida de un relato de caballerías.

—¡No tengas miedo! Mi nombre es Ricardo, pero puedes llamarme Rico —dijo el hombre, bajando su espada—. Este camino no es seguro para los viajeros solitarios.

Alicia miró a Rico, de una complexión fornida, barba rala y unos ojos verdes que mostraban tanto determinación como calidez. Decidió confiar en él.

—Soy Alicia —confesó ella—. No sé cómo llegué aquí. Todo es tan extraño.

—A lo mejor el destino te trajo hasta nosotros —respondió Rico con una sonrisa enigmática que parecía ocultar grandes secretos—. Te acompañaré, pero debemos ser cautelosos. Hay criaturas en estas tierras que prefieren el anonimato.

Durante días, caminaron juntos, enfrentándose a desafíos inimaginables. El bosque parecía tener vida propia, con plantas que se movían, insectos que brillaban en la oscuridad y caminos que se perdían en la maleza. Uno de los momentos más sorprendentes fue cuando encontraron un río de agua cristalina que, al anochecer, se iluminaba con luces que parecían danzar.

—Cada rincón tiene su historia aquí —explicó Rico—. Este río está encantado. Dicen que guarda los deseos de aquellos que se atreven a sumergirse en sus aguas.

Fue en una de esas noches, bajo el cielo estrellado, que conocieron a Elena, una joven de cabellos rizados y ojos color esmeralda, que, al igual que Alicia, había llegado a este mundo a través de un espejo.

—Vengo de Madrid —relató Elena—. Todo comenzó cuando encontré un colgante antiguo en un mercadillo. Al mirarme en el espejo con él, fui arrastrada hasta este lugar.

Elena se unió a ellos, y juntos enfrentaron nuevos retos. En uno de sus viajes, encontraron una ciudad abandonada, cubierta por la vegetación y habitada únicamente por recuerdos del pasado. Las antiguas edificaciones de piedra parecían esconder secretos que susurraban a través de los pasillos oscuros.

—Aquí vivía una civilización avanzada —dijo Elena, con la voz impregnada de misterio—. Según las historias locales, dominaban la magia y el conocimiento de los ancestros.

Los días se alargaban en constantes descubrimientos y peligros. En una de las aldeas donde se detuvieron para descansar, conocieron al anciano Julián, un sabio de barbas blancas y ojos azul intenso, que les reveló la historia del espejo.

—El espejo es un portal —les explicó Julián—. No todos pueden cruzarlo. Solo aquellos con corazones valientes y almas puras pueden hacer el viaje. Mis queridos jóvenes, sois elegidos para algo grande.

Un día, Alicia despertó con un presentimiento. Decidió alejarse del campamento para explorar un poco. Entonces, encontró una guía que le cambiaría la perspectiva radicalmente: un libro antiguo encuadernado en cuero, con letras doradas grabadas en la portada que decían «El Origen del Espejo». Lo abrió con manos temblorosas y leyó sobre un poder antiguo que unía los mundos.

Las palabras del libro fueron clave para entender su misión. Fueron conducidos hacia una montaña mística, donde encontraron una cueva. Al entrar, la cueva parecía interminable, con paredes adornadas en pinturas antiguas que narraban historias de tiempos pasados y mundos conectados. Al final de la cueva, encontraron una enorme sala con un trono de piedra y, detrás de él, un espejo similar al que los llevó hasta allí.

—Ese es el espejo maestro —concluyó Julián—. Si comprendéis sus secretos, podréis decidir vuestro destino.

La emoción en el rostro de Alicia era más evidente que nunca. Estaba más cerca de entender el propósito de su aventura. Miró a Rico y Elena, quienes asintieron, mostrándole su apoyo incondicional. Juntos, decodificaron las inscripciones en las paredes y descubrieron que el espejo podía llevarles a otros mundos o devolverles a su hogar, siempre y cuando tuvieran claro su verdadero deseo.

—Creo que es hora de volver —opinó Rico—. Hemos aprendido mucho, pero nuestro mundo nos necesita.

—Estoy de acuerdo —dijo Elena, mirándolos con una mezcla de tristeza y esperanza—. Este viaje ha sido increíble, pero nuestras vidas aún nos esperan allá.

Alicia miró alrededor y acarició el marco del espejo con nostalgia. A pesar de lo mucho que había disfrutado de las aventuras y de los amigos que había ganado, su corazón añoraba su hogar. Con la decisión tomada, los tres se unieron frente al espejo.

Presionaron sus manos contra el cristal, y este comenzó a brillar intensamente. Una luz cegadora los envolvió y, en un abrir y cerrar de ojos, se encontraron de nuevo en el salón de la casa de Alicia. El espejo estaba intacto, aunque una ligera vibración aún podía sentirse en el aire.

—Hemos vuelto —dijo Elena con una sonrisa, sus ojos brillando con lágrimas de alegría.

—Y con nosotros, todo lo que aprendimos —añadió Rico.

Las aventuras en aquel mundo misterioso habían cambiado a Alicia. Estaba más segura de sí misma, lista para enfrentar cualquier reto, sabiendo que la verdadera magia estaba en la valentía y la amistad. Agradeció al espejo por la experiencia y decidió que debía compartir su historia, para que otros también pudieran soñar con aventuras más allá de lo imaginable.

Moraleja del cuento «A través del espejo y lo que Alicia encontró allí»

Siempre que enfrentes lo desconocido con valentía y un corazón puro, encontrarás compañeros leales y descubrirás que la verdadera aventura está en el viaje y no en el destino. La magia reside en afrontar cada día con la esperanza de un nuevo descubrimiento.

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