Alicia en el País de las Maravillas

Alicia en el País de las Maravillas

Alicia en el País de las Maravillas

En una pequeña aldea llamada San Lorenzo, vivía una joven llamada Alicia. Poseía una larga melena castaña que caía en bucles sobre sus hombros y unos ojos verdes que reflejaban un sinfín de sueños y aventuras. Su espíritu era valiente y curioso, siempre en busca de nuevos horizontes por explorar. Un día, mientras paseaba por el bosque cercano, encontró un mapa antiguo y polvoriento escondido en el tronco hueco de un árbol. Decidió llevarlo a su casa para investigarlo con más detalle.

Alicia desplegó el mapa sobre su cama y, mientras corría sus dedos por los viejos símbolos y caminos delineados, notó un nombre peculiar: «El País de las Maravillas». Intrigada por la promesa de un lugar tan sugerente, decidió emprender un viaje hacia lo desconocido. Empacó algunas provisiones y partió al amanecer, siguiendo las indicaciones del mapa.

El primer tramo del viaje la llevó a una cueva oscura y profunda. Al adentrarse en ella, Alicia pronto descubrió que no estaba sola. Un murmullo lejano y una luz titilante la guiaron a través de la penumbra hasta encontrarse con un grupo de vagabundos liderados por un hombre de aspecto pintoresco, llamado Jorge. Alto y robusto, con una barba negra y desaliñada, Jorge tenía una chispa de locura en sus ojos.

—¿Qué haces en esta cueva? —preguntó Jorge, con voz grave y envolvente.

—Encontré este mapa y me está guiando hacia el País de las Maravillas —contestó Alicia, segura de su propósito.

—Ah, el País de las Maravillas —Jorge esbozó una sonrisa enigmática—. No muchos logran llegar, pero hay que ser valiente y tener un corazón puro. Yo te puedo ayudar, pero necesitarás probar tu valor.

Jorge le propuso un reto: encontrar una gema oculta en la cima de una montaña cercana. Alicia, sin dudarlo, aceptó el desafío. La montaña era feroz y empinada, con riscos afilados y una niebla espesa que empañaba la vista. Sin embargo, su determinación la llevó hasta la cima, donde la gema brillaba con luz propia en una gruta oculta.

De regreso en la cueva, Jorge y los vagabundos celebraron su éxito. Confesó que la gema tenía el poder de abrir un portal hacia el País de las Maravillas, pero sólo aquellos con pura intención podrían cruzarlo sin sufrir consecuencias. Alicia, sosteniendo la gema, fue envuelta en un destello y transportada a un mundo nuevo más allá de cualquier imaginación.

El País de las Maravillas resultó ser un lugar vibrante y surrealista, lleno de colores imposibles y criaturas mágicas. Rodeada de esta belleza exótica, Alicia se encontró con una figura peculiar: Catalina, una mujer de cabellos plateados y ropas etéreas.

—Bienvenida, Alicia. He estado esperándote —dijo Catalina con una voz suave y melodiosa.

—¿Quién eres tú? —inquirió Alicia.

—Soy la guardiana de este país. Hace mucho tiempo, fue creado para ofrecer refugio a los valientes y de corazón puro como tú. Sin embargo, una sombra oscura amenaza con destruirnos. Necesitamos tu ayuda.

Catalina le explicó que la sombra era encarnada por un antiguo hechicero llamado Baltasar, que buscaba sumergir el País de las Maravillas en la oscuridad eterna. Para detenerlo, Alicia debía reunir una serie de artefactos mágicos que estaban distribuidos por todo el reino.

Alicia aceptó la misión y comenzó su búsqueda. En su primer destino, un bosque encantado, encontró a Ricardo, un joven valiente con un arco siempre a su lado. Ricardo, alto y de cabello rizado, tenía un aire de nobleza y tristeza en sus ojos.

—He sentido la llegada de la sombra —dijo Ricardo—. Te ayudaré a encontrar el primer artefacto, pero será peligroso.

Ambos se aventuraron más profundo en el bosque, donde encontraron un árbol mágico que llevaba un escudo antiguo y dorado entre sus ramas. Justo cuando recuperaban el escudo, la sombra de Baltasar apareció, desatando una horda de criaturas oscuras. Ricardo defendió con fiereza a Alicia, usando su arco para repelarlas, mientras ella aferraba el escudo con determinación. Juntos, lograron escapar de las sombras y regresar con Catalina.

El siguiente artefacto era una tiara de diamantes escondida en el fondo de un lago misterioso. Allí, Alicia conoció a una doncella llamada Sofía, de cabellos dorados y ojos azules, que vivía en una casa de cristal bajo el agua.

—He oído hablar de tu misión —dijo Sofía—. Puedo ayudarte a encontrar la tiara, pero primero debes superar una prueba de agilidad y destreza.

Alicia nadó a través de un intrincado laberinto submarino, enfrentando a criaturas marinas y desafiando corrientes poderosas. Con la guía de Sofía, logró llegar a una cueva oculta donde la tiara brillaba con un fulgor celestial. Al colocarla sobre su cabeza, sintió un torrente de poder mágico y la certeza de que estaba más cerca de derrotar a Baltasar.

Con el escudo y la tiara en su poder, Alicia se dirigió a la ciudad encantada donde el último artefacto, una espada de luz, estaba resguardada por un dragón legendario. En la ciudad, se encontró con el Rey Felipe, un hombre sabio y bondadoso que, aunque anciano, tenía un porte imponente y una mirada llena de sabiduría.

—Nuestro reino ha sufrido mucho a causa de Baltasar —dijo el Rey Felipe—. Pero hay esperanza en ti, Alicia. La espada es el último bastión contra la oscuridad.

Acompañada por el rey y un ejército de valientes guerreros, Alicia se adentró en la cueva del dragón. Tras una feroz batalla, consiguió coger la espada de luz, que resplandecía con un brillo cegador. Con los tres artefactos reunidos, Alicia sintió una ola de poder vitalizándola y comprendió que estaba lista para el enfrentamiento final.

Con Ricardo, Sofía y el Rey Felipe a su lado, Alicia se dirigió al corazón del País de las Maravillas, donde la sombra de Baltasar esperaba. La batalla fue titánica, llena de magia y coraje. Cuando todo parecía perdido y la sombra cubría el cielo, Alicia, con la fuerza de los artefactos y el apoyo de sus amigos, lanzó un golpe final hacia el hechicero.

Baltasar gritó en agonía, y la sombra comenzó a disiparse. La luz volvió a brillar en el País de las Maravillas, restaurando su belleza y serenidad. Catalina se acercó a Alicia, con lágrimas de gratitud en sus ojos.

—Has salvado nuestro mundo, Alicia. Tu valentía y tu corazón puro han traído la paz de nuevo. Eres siempre bienvenida aquí, pero también libre para regresar a tu hogar con nuestro eterno agradecimiento.

Alicia, con una mezcla de alegría y nostalgia, decidió regresar a su aldea, pero no sin antes despedirse de los amigos que había hecho durante su aventura. Las lágrimas corrían por su rostro mientras abrazaba a Ricardo, Sofía y el Rey Felipe, sabiendo que siempre llevaría consigo la magia y las enseñanzas de este increíble viaje.

Al poco tiempo, Alicia regresó a San Lorenzo, donde fue recibida con júbilo y admiración. Su historia se convirtió en una leyenda, y ella continuó viviendo con la chispa de la aventura siempre latente en su corazón, sabiendo que, en algún lugar, el País de las Maravillas la esperaba.

Moraleja del cuento «Alicia en el País de las Maravillas»

Nunca subestimes el poder de la valentía y la pureza de tu corazón. Sin importar los desafíos que enfrentes, recuerda que con determinación y buenos amigos, puedes transformar la oscuridad en luz y convertir cualquier adversidad en una oportunidad para encontrar la grandeza que reside dentro de ti.

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