Barba Azul
La mansión de Barba Azul se erigía, imponente, en el borde de un acantilado, solitaria e imperturbable, observando con mirada fría el mar embravecido. Sus altos muros de piedra negra parecían erigidos para contener secretos inconfesables, mientras los vitrales góticos se teñían de añejas tristezas. En aquella lúgubre fortaleza, los ecos del pasado se mezclaban con susurros de espectros que parecían danzar al ritmo del viento.
Luis y Carmen, pareja de jóvenes enamorados, se embarcaron en la aventura de su vida al comprar aquel castillo, con la promesa de convertirlo en un hogar donde criar a sus futuros hijos. Luis, un hombre alto y fornido, con una mirada siempre alerta, era un arquitecto apasionado. Carmen, de carácter dulce y determinación a prueba de balas, era restauradora de arte. Ambos compartían el mismo sueño: revitalizar la mansión olvidada por el tiempo y convertirla en una obra maestra que celebrara su amor.
La primera noche en la mansión, la pareja exploró los recovecos oscuros de su nuevo hogar, descubriendo habitaciones llenas de polvorientos muebles y cuadros descoloridos que parecían observarles. Un enorme retrato de un hombre con barba azul colgaba en el salón principal, su mirada penetrante parecía seguirles a cada paso.
«¿Quién creéis que fue este hombre?», preguntó Carmen, deslizando sus dedos sobre el marco dorado del retrato.
«No lo sé,» respondió Luis, frunciendo el ceño. «Pero hay algo en su mirada que me inquieta.»
Con el paso de los días, los trabajos de restauración comenzaron. Luis pasó horas estudiando los planos antiguos de la mansión, mientras Carmen se dedicaba a devolver el esplendor perdido a los cuadros y tapices. Sin embargo, conforme el sol se escondía y la luna llenaba de sombras los corredores, extraños sucesos empezaron a desencadenarse.
Una noche, Carmen despertó sobresaltada por el susurro de una voz desconocida. Se levantó de la cama, notando que Luis seguía dormido profundamente. Siguiendo el eco de la voz, llegó hasta la biblioteca, donde el retrato del hombre de la barba azul colgaba impasible. La voz entonces se hizo clara.
«No tienes que hacerlo… ¡No tienes que hacerlo!», repetía con un tono desesperado.
Carmen sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal y retrocedió rápidamente, cerrando la puerta de la biblioteca tras de sí. Al día siguiente, compartió su experiencia con Luis, pero él se mostró escéptico.
«Debe haber sido tu imaginación, Carmen. El estrés de la mudanza y el trabajo en la mansión pueden jugar malas pasadas», la tranquilizó, aunque había un atisbo de preocupación en sus ojos.
A pesar de sus palabras, Luis también empezó a notar cosas extrañas a su alrededor. Herramientas que desaparecían y reaparecían en lugares inexplicables, puertas que se cerraban de golpe sin razón aparente y pasos en corredores vacíos le hicieron dudar de su escepticismo inicial.
Un día, mientras inspeccionaba una de las torres más viejas de la mansión, Luis encontró un antiguo cofre de madera. Al abrirlo, descubrió un diario con las páginas amarillentas por el tiempo. Al leerlo, se dio cuenta de que pertenecía a la esposa del hombre del retrato, Álvaro de Castilla, un noble del siglo XVII conocido como Barba Azul. La vida de la mujer parecía haberse teñido de terror y misterio, con alusiones a desapariciones y hechos espeluznantes.
«Álvaro no es el hombre que aparenta ser… Sus secretos me atormentan… Tengo miedo…», decía uno de los pasajes.
Esa noche, Luis compartió su hallazgo con Carmen, y juntos decidieron investigar más sobre la historia de la mansión. Con la ayuda de internet y archivos locales, descubrieron que el hombre conocido como Barba Azul había sido responsable de la desaparición de varias mujeres jóvenes, y que su esposa había sido la última en desaparecer misteriosamente sin dejar rastro.
Los días se volvieron cada vez más oscuros y los fenómenos extraños más intensos. Una noche de tormenta, mientras la pareja intentaba dormir, los relámpagos iluminaron la mansión revelando figuras espectrales que se movían por los corredores. El miedo se apoderó de sus corazones y supieron que debían hacer algo para liberar a las almas atrapadas en aquel lugar.
Decidieron pedir ayuda a don Emilio, un anciano sabio del pueblo vecino, conocido por sus conocimientos sobre lo sobrenatural. Don Emilio, con sus ojos claros y arrugados por la sabiduría de los años, les explicó que el espíritu de Barba Azul había atrapado a las almas de sus víctimas, y que la mansión seguiría siendo un lugar oscuro hasta que fueran liberadas.
«Debéis encontrar el lugar donde escondió a sus víctimas», dijo don Emilio. «Solo entonces sus almas podrán descansar en paz y la mansión dejará de estar maldita.»
Armados con antorchas y el diario de la esposa de Álvaro, Luis y Carmen se adentraron en las profundidades de la mansión. Tras horas de búsqueda, encontraron una puerta oculta detrás de uno de los tapices restaurados por Carmen. Al abrirla, descendieron por una escalera sinuosa que los llevó a una serie de celdas subterráneas. Los esqueletos de las víctimas de Barba Azul yacían en el suelo, encadenados y olvidados.
Carmen cayó de rodillas al suelo, con lágrimas en los ojos, implorando perdón por aquellas almas torturadas. Luis, sosteniendo la antorcha, se arrodilló junto a ella.
«Lo siento, os prometemos que encontraremos la forma de liberaros», murmuró Luis con la voz quebrada.
En ese momento, una luz brillante llenó la estancia, y las figuras espectrales de las mujeres aparecieron, sonriendo dulcemente. Una de ellas, que parecía ser la esposa de Álvaro, se acercó a Luis y Carmen.
«Gracias…», susurró antes de desvanecerse junto a las otras almas, dejando en el aire una sensación de paz y alivio.
Luis y Carmen regresaron a la superficie, sintiendo que un peso inmenso había sido levantado de sus hombros. Los fenómenos paranormales cesaron, y la mansión comenzó a resplandecer con una nueva luz. Con el tiempo, la pareja logró cumplir su sueño de restaurar la mansión, convirtiéndola en un hogar lleno de amor y vida.
La mansión de Barba Azul, una vez símbolo de horror y oscuridad, se transformó en un refugio de belleza y paz, donde las risas de sus hijos resonaban por los corredores ahora libres de sombras.
Moraleja del cuento «Barba Azul»
La historia de Barba Azul nos enseña que, a pesar de los terrores y secretos oscuros que podamos encontrar en el camino, el amor, la valentía y la determinación pueden iluminar incluso los lugares más oscuros y trasformarlos en fuentes de esperanza y felicidad. Nunca subestimemos el poder de enfrentar nuestros miedos y liberar a los atrapados por las sombras del pasado.