Cuento: La Estrella Perdida

Vive la aventura de un joven ser de luz viajando por el universo en busca de una estrella perdida que ha olvidado cómo regresar a casa. A través de paisajes cósmicos y encuentros mágicos, la historia nos enseña que la luz brilla más cuando es compartida. Para niños y niñas de 5 a 9 años.

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⏳ Tiempo de lectura: 4 minutos

Cuento: La Estrella Perdida

La Estrella Perdida

El cielo de Luminia, un pequeño planeta escondido entre nebulosas coloridas y ríos de polvo cósmico, era diferente a cualquier otro.

Cada noche, las estrellas descendían suavemente como luciérnagas doradas y se posaban en la superficie, donde los luminianos, seres de pura luz, las esperaban con ilusión.

Juntos, compartían historias, sueños y secretos del universo.

Pero aquella noche, algo extraño ocurrió.

Cuando llegó la hora de partir, todas las estrellas ascendieron una a una hacia el firmamento… excepto Sira.

Los luminianos la buscaron entre los cristales resplandecientes y los lagos de luz líquida, pero no estaba en ningún lado.

El cielo se sintió más oscuro sin ella. Sira no solo iluminaba la noche con su cálido resplandor, sino que también contaba las historias más hermosas, aquellas que llenaban de esperanza los corazones.

Preocupado, Narel, un joven luminiano de destellos plateados y mirada curiosa, decidió emprender un viaje para encontrarla.

—Regresaré con Sira —prometió a su pueblo—. No podemos dejar que su luz se apague.

Los ancianos luminianos asintieron con solemnidad y le entregaron una esfera de luz cristalina.

—Esta estrella guía te mostrará el camino —le dijeron—. Sigue su brillo y te llevará donde la necesites.

El Viaje a lo Desconocido

Con la esfera flotando a su lado, Narel se aventuró más allá de Luminia, surcando el espacio entre nebulosas titilantes y caminos de polvo estelar.

Viajó por mares de gas brillante, cruzó puentes de asteroides y saludó a cometas que danzaban con su eterna cola de fuego.

—¿Has visto a Sira? —preguntó a un anciano planeta errante.

—No, pequeño viajero, pero escucha el viento cósmico… él susurra secretos de los que están perdidos —respondió el planeta con voz grave.

Narel cerró los ojos y dejó que la brisa invisible del universo acariciara su ser.

Entonces, lo oyó: un suave sollozo que provenía de un asteroide solitario, cubierto de cristales resplandecientes.

El Encuentro con Sira

Allí, acurrucada entre las rocas, estaba Sira.

Pero no brillaba.

Su luz, antes radiante, se veía opaca y temblorosa, como una vela a punto de extinguirse.

—¡Sira! —exclamó Narel, corriendo hacia ella—. ¡Todos te hemos estado buscando!

La estrella alzó la mirada, sus ojos reflejaban la inmensidad del cosmos y una tristeza profunda.

—Me perdí en mi propio resplandor —susurró—. Bajé demasiado, me alejé demasiado… y olvidé cómo regresar. Pensé que nadie vendría por mí.

Narel se arrodilló a su lado y tomó su mano de luz tenue.

—Nunca estás sola, Sira. Todos te extrañamos… yo te ayudaré a volver.

La estrella guía que los ancianos le habían dado comenzó a iluminarse con un fulgor suave y cálido.

Era la respuesta que necesitaban.

El Regreso a Casa

Guiados por la esfera luminosa, Narel y Sira emprendieron el viaje de regreso.

A medida que avanzaban, Sira recuperaba su brillo.

Su luz crecía con cada paso, con cada palabra de aliento, con cada recuerdo feliz que compartían.

Finalmente, tras cruzar la última nebulosa, las luces de Luminia aparecieron en el horizonte.

Cuando descendieron sobre el planeta, los luminianos los recibieron con júbilo.

El cielo, que había estado apagado, volvió a encenderse con la luz de Sira, ahora más radiante que nunca.

—Gracias, Narel —susurró la estrella—. Nunca más olvidaré que mi luz brilla más cuando la comparto con quienes me quieren.

Desde aquella noche, Sira nunca volvió a perderse.

Y cada noche, descendía a Luminia para contar nuevas historias, recordando siempre que el universo es inmenso, pero la verdadera luz está en quienes nunca dejan de buscarnos.

Y así, en el pequeño planeta de Luminia, las noches volvieron a iluminarse con el resplandor de las estrellas y los relatos que unían a los seres de luz con el infinito cosmos.

Moraleja del cuento «La Estrella Perdida»

En este cuento de una estrella corto leemos como, a veces, incluso las luces más brillantes pueden perderse, pero con el apoyo de quienes nos quieren, siempre encontraremos el camino de regreso.

La verdadera luz no está en brillar solo, sino en compartir nuestro resplandor con los demás.

La amistad y la valentía tienen el poder de iluminar incluso las noches más oscuras.

Abraham Cuentacuentos.

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