Cuento: El caballo que no cruzaba el puente

Breve resumen de la historia:

El caballo que no cruzaba el puente Había una vez, en una tierra montañosa y llena de verde esplendor, un hermoso caballo de color negro llamado Isaac. La belleza de Isaac no se limitaba a su deslumbrante pelaje, también se reflejaba en sus ojos melancólicos que destellaban bajo el sol. Sin embargo, en su corazón,…

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Cuento: El caballo que no cruzaba el puente

El caballo que no cruzaba el puente

Había una vez, en una tierra montañosa y llena de verde esplendor, un hermoso caballo de color negro llamado Isaac.

La belleza de Isaac no se limitaba a su deslumbrante pelaje, también se reflejaba en sus ojos melancólicos que destellaban bajo el sol.

Sin embargo, en su corazón, Isaac llevaba una carga de tristeza y temor.

El mayor miedo de Isaac era un viejo puente de madera que separaba su montaña natal de las vastas praderas del otro lado.

El puente se mecía sobre un río embravecido, y cada vez que Isaac intentaba cruzarlo, sus patas temblaban y su corazón palpitaba con miedo.

Un día, un simpático conejo blanco llamado Martín notó la tristeza de Isaac.

Saltando a su lado, Martín le preguntó, «¿Por qué siempre pareces tan triste, Isaac?»

El caballo negro suspiró. «Quiero cruzar ese puente para llegar a las praderas de la otra montaña. Pero cada vez que lo intento, el miedo me vence».

Martín sonrió con comprensión. «El miedo es algo normal, Isaac. Pero hay que enfrentarlo. Sígueme y verás».

Martín guió a Isaac a la entrada del puente. «Cruzar un puente es como enfrentar un problema, Isaac. El primer paso es siempre el más difícil, pero una vez que lo das, te das cuenta de que puedes hacerlo».

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Con las palabras de Martín resonando en su cabeza, Isaac se paró frente al puente.

Podía sentir su miedo, pero recordó las palabras del conejo.

Tomó una respiración profunda y puso una pezuña en el puente.

Sí, tembló y el puente se balanceó un poco, pero Isaac no se cayó. Dio un paso más, luego otro, y otro, y antes de darse cuenta, estaba al otro lado.

Una oleada de alegría inundó su corazón.

Había cruzado el puente, había enfrentado su miedo.

La tristeza que había llevado en su corazón fue reemplazada por una sensación de alivio y felicidad.

Corrió por la pradera, riendo y relinchando de alegría.

Se detuvo a pastar, disfrutando del sabor dulce de la hierba bajo el sol brillante.

La historia de Isaac se convirtió en una leyenda en las montañas.

Y la moraleja que dejó fue que, aunque nuestros miedos pueden parecer insuperables, con valor y apoyo, podemos cruzar cualquier puente.

No importa cuán temibles sean nuestros problemas, siempre hay una pradera de alegría y paz al otro lado.

Porque al final, los miedos son puentes que nos llevan hacia nuestro crecimiento y nuestra felicidad.

Abraham Cuentacuentos.

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