El patito dorado y la búsqueda del arco iris brillante
Había una vez, en un tranquilo estanque rodeado de verdes juncos y flores coloridas, un patito llamado Doroteo. Lo particular de Doroteo era su plumaje: en lugar de ser comúnmente amarillo, lucía un brillante y resplandeciente dorado que brillaba aún más bajo el sol. Doroteo vivía con su madre, Doña Pata, y sus cinco hermanos. Todos lo querían y cuidaban, aunque a veces, su brillo dorado lo hacía sentir un poco diferente.
Un día, tras una noche de sueños llenos de colores, Doroteo despertó y decidió que quería encontrar un arco iris brillante para ver si su reflejo dorado se mezclaba mágicamente con todos aquellos colores. Con esta idea en mente, se dispuso a hablar con su madre.
—Mamita, ¿puedo salir a buscar un arco iris? —preguntó Doroteo con entusiasmo.
—Claro, hijo mío, pero ten cuidado y vuelve antes de que el sol se ponga —respondió Doña Pata, acariciando el plumaje dorado de su hijo con el pico.
Con esa bendición, Doroteo comenzó su aventura. Se cruzó primero con un conejo llamado Benito, que estaba mordisqueando una zanahoria.
—Hola, Benito — saludó Doroteo—. ¿Has visto un arco iris brillante por aquí?
Benito se rascó la oreja larga y dijo—. ¡Sí! A veces, después de la lluvia, aparece en el monte. Pero no llueve desde hace días. Quizás deberías buscar más allá del bosque.
Con esto en mente, Doroteo continuó su camino hasta el borde del bosque. Los árboles eran altos y los pájaros cantaban melodías dulces y entretenidas. Se encontró entonces con una ardilla llamada Clara, que estaba recogiendo bellotas.
—Clara, estoy buscando un arco iris brillante. ¿Sabes dónde puedo encontrar uno? —preguntó Doroteo.
—¡Oh, Doroteo! —exclamó Clara—. He oído que en el lago del Bosque Escondido, a veces, los arco iris parecen colisionar con la superficie del agua. Pero ten cuidado, porque debes cruzar el Puente del Susurro para llegar allí.
Así que Doroteo prosiguió su búsqueda, ansioso por encontrar el Puente del Susurro. Llegó a un claro donde vio un puente de madera antiguo y cubierto de musgo, que susurraba suavemente cada vez que el viento soplaba.
—Es este el Puente del Susurro —se dijo a sí mismo Doroteo, con valentía decidido a cruzar.
El puente crujía bajo sus patitas, pero al final logró llegar al otro lado. Allí encontró un zorro amistoso llamado Rafael, que bebía agua de un arroyo cristalino.
—Hola, Rafael — saludó Doroteo—. Estoy buscando un arco iris brillante. ¿Han visto uno por aquí?
—Hola, Doroteo —dijo Rafael, meneando la cola—. Justamente, después de la lluvia de la semana pasada, vi un arco iris en el lago del Bosque Escondido. Sigue este arroyo y llegarás allí.
Con ánimo renovado, Doroteo siguió el arroyo. Las mariposas revoloteaban a su alrededor y el aire era fresco y lleno de esperanza. Finalmente, después de una caminata tranquila, llegó al hermoso Lago del Bosque Escondido.
El agua era clara, como un espejo donde se podían ver las nubes y los árboles reflejados. Doroteo se acomodó en la orilla, esperando pacientemente. Justo cuando pensaba que quizás no vería lo que buscaba, comenzó a llover suavemente. Unos minutos después, el sol salió de nuevo y, allí estaba, un impresionante arco iris brillante que tocaba la superficie del agua.
Doroteo se acercó con cuidado y miró su reflejo en el agua. Su plumaje dorado se mezclaba de manera mágica con los colores del arco iris. Era una visión tan hermosa que su corazón se llenó de felicidad.
—Lo encontré —susurró Doroteo para sí mismo, maravillado.
Después de un rato, cuando el arco iris comenzó a desvanecerse, Doroteo emprendió el regreso a casa. Cruzó nuevamente el Puente del Susurro, encontró a Clara y a Benito, agradeciéndoles a ambos por su ayuda.
Finalmente, regresó al estanque, justo cuando el sol comenzaba a esconderse en el horizonte. Doña Pata y sus hermanos estaban esperándolo ansiosamente.
—¿Y bien, hijo? —preguntó Doña Pata—. ¿Encontraste el arco iris brillante?
Doroteo asintió con una gran sonrisa.—Sí, madre, y fue más hermoso de lo que imaginé. Mi plumaje dorado brilló con todos los colores y fue algo mágico.
—Me alegra que hayas tenido una aventura tan maravillosa y que hayas regresado sano y salvo —dijo Doña Pata, abrazando a Doroteo.
Y así, Doroteo contó su increíble aventura a su familia mientras disfrutaban de la serena paz del anochecer. Todos se sintieron muy felices de que Doroteo hubiera encontrado aquello que buscaba, y de que se diera cuenta de lo especial que era tal como era.
Moraleja del cuento «El patito dorado y la búsqueda del arco iris brillante»
Queridos padres, este cuento nos enseña que, a veces, lo que necesitamos para descubrir la belleza dentro de nosotros mismos es un poco de valentía y la disposición a explorar el mundo. La magia está en el viaje y en la aceptación de nuestras singularidades. Así que siempre apoyemos a nuestros pequeños en sus aventuras y celebremos sus diferencias únicas.