Cuento de Navidad: El regalo inesperado de nochebuena

Cuento de Navidad: El regalo inesperado de nochebuena 1

El regalo inesperado de nochebuena

En la pequeña aldea de Valdeluz todo estaba cubierto por un manto prístino de nieve.

La Nochebuena se acercaba y con ella, los preparativos para la gran velada.

Las casas estaban adornadas con guirnaldas y luces destellantes, creando una atmósfera cálida en el frío invierno.

En la casa más alta de la aldea, vivía Celestina, una anciana de cabellos plateados y ojos inundados de una sabiduría infinita, que tejía bufandas de colores para todos los niños.

Su casa olía siempre a galletas recién horneadas y a historias del pasado.

Al otro lado del bosque helado, en una cabaña a resguardo de frondosos pinos, vivía Lucas, un carpintero de manos ásperas y corazón tierno, conocido por sus juguetes de madera que cobraban vida al calor de una risa infantil.

La noche del 24 de diciembre, Celestina miró a través de su ventana y suspiró, anhelando una navidad distinta, una en la que su soledad fuera decorada con compañía.

Al mismo tiempo, Lucas limpiaba su taller y entre virutas de madera encontró una caja antigua y susurrante, que parecía ocultar secretos del año anterior.

Entretanto, los niños de Valdeluz, liderados por la pequeña Clara, de rizos dorados y ojos de esperanza, decoraban el gran abeto del centro del pueblo entre risas y villancicos.

Clara, sin embargo, se preguntaba por qué Celestina y Lucas nunca asistían a los festejos.

La tarde iba cayendo y con ella, el bullicio de la aldea se convertía en música celestial.

Los preparativos para la cena estaban casi listos y un aroma a canela y anís inundaba las calles.

Mientras Celestina se disponía a cerrar las contraventanas, un golpeteo inesperado llamó su atención.

Abrió la puerta y se encontró con Clara, quien le extendía una invitación escrita en papel rojo y verde: «Ven con nosotros esta Nochebuena, tu presencia es el mejor regalo».

Celestina, conmovida hasta las lágrimas, aceptó la invitación.

A pesar de sentir el peso de los años y del miedo que le producía romper su caparazón de soledad, decidió que esa noche sería diferente.

Lucas, aún examinando la caja misteriosa, oyó pasos amortiguados por la nieve y se asomó tímidamente.

Clara estaba allí, con la misma invitación, ofreciéndole su pequeña mano enguantada. «Queremos que vengas, tus juguetes nos han hecho felices todo el año y queremos compartir contigo nuestra alegría».

Irresoluto, Lucas finalmente se rindió ante la determinación de la niña y la promesa de una noche rodeado de sonrisas sinceras.

Al llegar la noche, la mesa de la aldea rebosaba de manjares, risas y cuentos.

Celestina y Lucas, sentados uno al lado del otro, eran la imagen de dos almas que habían olvidado qué era formar parte de una familia.

La cena transcurrió entre brindis y anécdotas, y cuando los relojes marcaron la medianoche, Santa Claus apareció por sorpresa, entregando regalos y abrazos.

Aunque el verdadero regalo estaba por venir.

Terminada la cena, Clara tomó la mano de Celestina y la otra de Lucas, y los llevó frente al abeto, donde los esperaba un paquete envuelto con sumo cuidado.

Era para ambos, de parte de todos los aldeanos.

Al abrirlo, encontraron un álbum de fotos que narraba la historia de Valdeluz y los momentos que ambos habían compartido con cada habitante, aunque fuera desde la distancia.

Lágrimas de gratitud y felicidad adornaron sus rostros, más luminosos que las mismas estrellas.

Impulsado por la magia del momento, Lucas decidió mostrar la caja que había encontrado.

Al abrirla, un sinfín de mariposas de colores se alzaron al cielo, dejando en el aire un rastro de purpurina y un mensaje: «El amor y la amistad son los verdaderos tesoros de la vida».

Celestina, rebosante de una energía renovada, ofreció tejer una gran manta que abrigara los sueños de todos los niños de la aldea.

Lucas, por su parte, prometió esculpir un gran tren de madera para la plaza central, en honor a la unión de la comunidad.

La alegría se había convertido en el invitado imperecedero de Valdeluz.

Celestina y Lucas, ahora parte indivisible del tejido social del pueblo, entonaron villancicos con una voz que había encontrado nuevo propósito.

La nevada se calmó y bajo el cielo claro, se podía escuchar el eco de la felicidad que había inundado a cada rincón de la aldea.

Clara, con su inocencia de niña sabia, abrazó a Celestina y a Lucas, susurrándoles que este era el mejor regalo de Nochebuena que podrían haber recibido.

El alma de Valdeluz brillaba ahora más que nunca, y la oscuridad de la soledad de Celestina y Lucas se había disuelto como la nieve ante el sol matutino.

Y así, el regalo inesperado de Nochebuena no fue solo para ellos, sino para todos en Valdeluz, quienes comprendieron que el mayor presente era compartir, amar y ser comunidad.

Moraleja del cuento El regalo inesperado de nochebuena

La soledad puede ser abrumadora, pero siempre habrá una luz de esperanza en el calor de aquellos que nos rodean.

El verdadero regalo de la vida es el amor y la amistad, que, al ser compartidos, se convierten en los más valiosos tesoros del ser humano.

Abraham Cuentacuentos.

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