El saltamontes y el viaje al bosque de los sueños

El saltamontes y el viaje al bosque de los sueños

El saltamontes y el viaje al bosque de los sueños

En un rincón apartado del vasto campo, bajo el sol radiante que bañaba de oro los rastrojos, vivía un saltamontes llamado Félix. De un verde esmeralda, con alas translúcidas que refulgían a contraluz, Félix destacaba por su singular curiosidad y su anhelo de aventuras. Sus amigos, la hormiga Lidia y el caracol Tomás, a menudo se preguntaban qué pasaba por la mente de Félix, siempre saltando de un lado a otro con aire pensativo.

Una mañana, Félix se encontraba descansando sobre una hoja ancha, disfrutando del calor del sol. De repente, se le acercó un viejo escarabajo, de él emanaba una agradable fragancia a pino y miel.

—Saludos, joven Félix —dijo el escarabajo con voz profunda—. Me llamo Adrián y he escuchado sobre tus ansias de explorar nuevos mundos. ¿Te gustaría escuchar una historia?

Félix, con los ojos brillando de emoción, asintió vigorosamente. Adrián se acomodó sobre la hoja y comenzó a relatar.

—Hace muchos años, descubrí un lugar mágico, un bosque donde los sueños más increíbles de uno se hacen realidad. Es el bosque de los sueños, donde todo es posible. Pero llegar allí no es una tarea sencilla; el camino está lleno de desafíos y enigmas por resolver.

Félix, completamente fascinado, le preguntó:

—¿Podrías decirme cómo llegar a ese bosque? ¡Me encantaría ir!

Adrián, con una sonrisa enigmática, le respondió:

—El primer paso es tener la valentía de emprender el viaje. No olvides llevar tus sueños y tu ingenio, pues serán tus compañeros más valiosos. La entrada se oculta tras el sol poniente, cerca del gran roble en el límite del campo.

Esa misma tarde, Félix se reunió con sus amigos Lidia y Tomás y les contó sobre el bosque de los sueños. Ambos, aunque reticentes al principio, no pudieron resistirse ante la emoción desbordante de Félix.

—Si tú crees en ese bosque, Félix, yo también lo creeré —dijo Lidia con determinación.

—Amo la aventura tanto como la tranquilidad, pero siempre he tenido curiosidad por esos misterios del mundo —agregó Tomás mientras giraba lentamente sus ojos—. ¡Vamos, pues!

Así, al caer el sol, los tres amigos se dirigieron al gran roble. Al llegar al majestuoso árbol, vieron una luz tenue y dorada que parecía invitarlos a seguir adelante. Al acercarse, la luz se intensificó y los envolvió, y de repente, se encontraron en un sendero rodeado de árboles gigantes con hojas multicolores.

—¡Esto es increíble! —exclamó Félix, con los ojos abiertos de par en par.

El camino estaba lleno de sorpresas. Se toparon con un río cristalino que cantaba melodías suaves, y tuvieron que resolver un acertijo planteado por una anciana rana que custodiaba un puente de piedra.

—Para cruzar este río, debéis decirme lo que siempre es bueno tener, pero nunca es deseado poseer —dijo la rana.

Lidia, reflexionando, respondió:

—Es la paciencia. Siempre es bueno tener paciencia, pero no siempre deseamos tener que usarla.

La rana, complacida, les dejó pasar. Siguieron adelante, se adentraron en una cueva iluminada por luciérnagas danzarinas y realizaron una serie de pruebas donde tuvieron que confiar en su ingenio y la fuerza de su amistad.

Tras largas horas de caminata y desafíos superados, llegaron finalmente a un claro donde la luz de la luna bañaba el lugar con un halo plateado. En el centro del claro, un portal resplandeciente los esperaba.

—Este debe ser el portal al bosque de los sueños —dijo Tomás—.

Félix, Lidia y Tomás se miraron, tomaron aire y cruzaron el portal. Al otro lado, se encontraron en un bosque aún más fascinante. Árboles con frutos dorados, animales parlantes y flores que emitían dulces fragancias que inspiraban sus corazones.

Les dio la bienvenida una mariposa de alas tornasoladas, llamada Sofía, quien les explicó que habían llegado al corazón del bosque de los sueños. Cada uno de ellos tuvo la oportunidad de ver sus sueños más profundos hacerse realidad: Félix vio un mundo lleno de nuevas aventuras misteriosas por descubrir, Lidia encontró una comunidad de hormigas que compartían su pasión por la construcción y la organización, y Tomás descubrió una biblioteca infinita con todo el conocimiento que jamás había imaginado.

Pasaron días que parecieron eternidades, felices en ese nuevo mundo. Pero pronto, el deseo de regresar a casa y compartir sus aventuras con otros empezó a crecer.

La mariposa Sofía les dijo:

—Es hora de regresar, pero no temáis. El bosque de los sueños siempre estará aquí, para cuando queráis regresar. Llevaos con vosotros la sabiduría y la magia que han encontrado.

Félix, Lidia y Tomás, agradecidos, tomaron el camino de regreso. Atravesaron el portal y se encontraron de nuevo bajo el gran roble, sintiendo el viento del campo y la cálida luz del sol en sus rostros. Al volver a sus hogares, compartieron con todos los maravillosos secretos del bosque de los sueños.

Su amistad se fortificó aún más, y sus corazones guardaban un pedazo del bosque mágico, sabiendo que, mientras mantuvieran la chispa de sus sueños vivos, esos nunca los abandonarían.

Moraleja del cuento “El saltamontes y el viaje al bosque de los sueños”

Nunca subestimes el poder de tus sueños ni la valía de tu ingenio. Así como Félix, Lidia y Tomás descubrieron que los verdaderos tesoros de la vida se hallan tanto en la aventura como en el retorno a casa, tú también puedes encontrar magia y sabiduría en cada paso de tu camino. La clave está en mantener vivos tus sueños y compartirlos con quienes amas.

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