El secreto de la estrella guía
En la pequeña aldea de Luz Estelar, resplandecía cada año una estrella que indicaba el inicio de la temporada navideña.
No era una estrella ordinaria; emitía un brillo acogedor que instaba a todos los aldeanos a compartir y celebrar juntos la época más cálida del año.
Bajo la estrella, vivía un anciano relojero llamado Elián, cuyo cabello plateado y ojos como zafiros desprendían la sabiduría de los años vividos.
Este relojero poseía un secreto que concernía a la estrella guía, algo que hasta la fecha, no había revelado a ningún otro ser.
Cerca de su taller, se encontraba una vivienda donde moraba Clara, una joven de rostro dulce y mirada inquieta, que soñaba con conocer el mundo más allá de la aldea.
Clara, impresionada por la belleza de la estrella, frecuentemente se detenía ante el escaparate de Elián, admirando los mecanismos que traían vida a los relojes.
—Elián, ¿podrías contarme más sobre esa estrella? —preguntó Clara una noche fría, cuando la nieve comenzaba a cubrir los adoquines de la estrecha calle.
—Ah, la estrella guía —suspiró el relojero—. Es el corazón de nuestra aldea, pero su historia es tan antigua como el tiempo mismo.
Los días pasaban, y cada conversación entre Clara y Elián tejía una amistad tan firme como los engranajes de un reloj bien ensamblado.
Mientras tanto, dos niños curiosos, Lucas y Eva, hermanos pequeños de Clara, se aventuraban en travesuras, deseosos de descubrir el secreto que se ocultaba tras esa estrella que tanto admiraban desde lejos.
Lucas, con su cabello revoltoso y un espíritu indomable, incitaba a Eva, de sonrisa tierna y pasos cautelosos, a seguirlo en cada jugueteada.
Juntos, idearon un plan para acercarse a la estrella que colgaba del cielo como una joya suspensa.
No lejos de allí, en la plaza del pueblo, el alcalde, un hombre robusto y de voz tonante, organizaba la celebración anual, con grandes fiestas y decoraciones que reverenciaban aquella luz celestial.
Entre villancicos y danzas, la aldea entera trabajaba para crear un ambiente festivo, mas todos desconocían la verdadera naturaleza de la estrella, excepto un anciano relojero y una muchacha llena de sueños.
Cierta noche, cuando la estrella alcanzó su brillo cénit, Clara se aproximó a Elián con una determinación diferente.
—¿Qué es lo que no me has contado, Elián? Hay algo en tus ojos que va más allá de un simple relato —dijo ella.
—Clara, la estrella guía no es solo un faro de luz en estas fechas. Es un nexo, un puente entre nuestra aldea y un reino mágico donde la esencia de la Navidad pulsa con más fuerza.
La incredulidad y la emoción danzaron en el semblante de Clara, mientras cada palabra de Elián adicionaba misterio a la historia de la estrella.
—Solo aquellos con un corazón sincero y generoso pueden ver el camino. —Elián sacó de su bolsillo un pequeño reloj de oro, con una estrella grabada en su tapa—. Esta noche, cuando el reloj marque la medianoche, tú y yo haremos un viaje increíble.
La ansiedad se apoderó de Lucas y Eva, quienes, escondidos tras un montón de nieve, escuchaban con asombro la conversación.
Llegada la medianoche, bajo la luz de la estrella guía, Elián abrió el reloj de oro, y con un gesto solemne, una escalera de luz se desplegó delante de ellos.
Clara, Elián, junto a dos pequeños sigilosos que habían seguido a su hermana, ascendieron por la escalera de luz, desvaneciéndose en la quietud de la noche.
Atravesaron un pasaje donde el tiempo parecía detenido, y al final del trayecto, los recibió un reino de esplendor inimaginable.
La esencia de la Navidad, en su forma más pura, pululaba a su alrededor.
—Bienvenidos a Navidalia —dijo Elián con una sonrisa—, un lugar donde cada acto de bondad, cada abrazo y cada regalo sincero, se transforma en la luz que guía a nuestra aldea.
Lucas y Eva, superando su asombro inicial, corrieron a explorar Navidalia, mientras Clara observaba maravillada el verdadero origen de la estrella.
El viaje les enseñó a todos una verdad invalorable: la verdadera luz de la Navidad residía en los corazones dispuestos a compartir y amar.
Y esa noche, al volver a Luz Estelar, trajeron consigo no solo el secreto, sino también el espíritu inextinguible de la Navidad.
La aldea, iluminada por un resplandor aún más cálido, celebró la mejor Navidad de todas, mientras la estrella guía brillaba con un fulgor renovado.
Y desde ese año, la estrella no fue sólo un misterio para admirar, sino un recordatorio de la magia que cada uno puede llevar en su interior.
Moraleja del cuento El secreto de la estrella guía
La luminosidad más tentadora no es la que se cierne en el cielo, sino la que cada uno de nosotros puede desplegar al compartir y amar, iluminando así, la vida de los demás.
Abraham Cuentacuentos.