Cuento: El Viaje de la Mariposa

Dibujo de dos mariposas, una muy cerca y otra lejos, entre dos flores.

El Viaje de la Mariposa

Había una vez en un frondoso bosque, una pequeña oruga llamada Lila que se distinguía del resto.

Mientras sus compañeras se conformaban con masticar hojas frescas, Lila pasaba horas contemplando el cielo, admirando a las aves y soñando con volar.

Lila sabía que su destino era diferente, así que una mañana de primavera, con el sol acariciando suavemente el dosel del bosque, decidió emprender un viaje para descubrir cómo podría surcar los cielos.

En su camino, Lila conoció a una variedad de criaturas, cada una maestra de su propio dominio.

Primero, encontró a Bruno, el oso, quien le enseñó cómo usar su fuerza para protegerse de los peligros del bosque. Lila, aunque pequeña, aprendió la valentía y la firmeza.

Después, se cruzó con Salto, el conejo, conocido por su velocidad.

Salto compartió con Lila el secreto de sus rápidas escapadas, y aunque Lila no podía correr, su agilidad mejoró considerablemente.

Más adelante, Lila se topó con Zorro, el más astuto de todos los animales del bosque.

Zorro le enseñó a Lila cómo ser perspicaz y cautelosa, habilidades que le serían esenciales en su camino.

Aunque cada lección la hacía más fuerte, rápida y astuta, Lila todavía no podía volar.

Su corazón se llenaba de desesperanza hasta que, un día, mientras descansaba en la rama de un anciano roble, se encontró con Alma, una mariposa de alas irisadas que danzaba en el viento.

Alma, al ver la tristeza en los ojos de Lila, descendió y le contó su secreto. «Yo también fui oruga, como tú,» dijo Alma con voz suave. «El vuelo no es sólo cuestión de aprender o imitar; es un acto de transformación personal y profunda.»

Inspirada por las palabras de Alma, Lila se envolvió en sí misma, formando una crisálida, protegiéndose contra el mundo exterior mientras se gestaba su metamorfosis.

El tiempo pasó, lento pero inexorable, y dentro de su capullo, Lila cambió.

Cuando finalmente emergió, no era la oruga que había sido, sino una mariposa espléndida, con alas que reflejaban el azul del cielo y el verde del bosque que tanto había explorado.

Al extenderlas por primera vez, Lila sintió el aire acariciar su ser, y con un aleteo tímido, se elevó hacia el cielo, realizando el sueño que había alimentado durante toda su vida.

Así, Lila voló alto y lejos, explorando nuevos horizontes y llevando consigo las lecciones aprendidas en su viaje.

Cada batida de sus alas era un testimonio de su coraje, curiosidad y la transformación que la permitió alcanzar las estrellas.

Abraham Cuentacuentos.

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