El vuelo de la oveja que se puso unas alas de murciélago y se aventuró a explorar el cielo nocturno

Breve resumen de la historia:

El vuelo de la oveja que se puso unas alas de murciélago y se aventuró a explorar el cielo nocturno Érase una vez en una pequeña aldea rodeada de colinas verdes y frondosos bosques, un rebaño de ovejas que vivía en armonía en los prados del valle. Cada una de ellas tenía un pelaje reluciente,…

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El vuelo de la oveja que se puso unas alas de murciélago y se aventuró a explorar el cielo nocturno

El vuelo de la oveja que se puso unas alas de murciélago y se aventuró a explorar el cielo nocturno

Érase una vez en una pequeña aldea rodeada de colinas verdes y frondosos bosques, un rebaño de ovejas que vivía en armonía en los prados del valle. Cada una de ellas tenía un pelaje reluciente, blanco como la nieve y suave como el algodón, pero entre todas, destacaba una oveja llamada Margarita. A diferencia de sus compañeras, Margarita tenía un espíritu inquieto y una curiosidad insaciable. Mientras las demás ovejas pasaban sus días pastando tranquilamente, Margarita pasaba horas observando el cielo, soñando con lo que podría haber más allá de las nubes.

Un día, mientras el sol se despedía del horizonte y el firmamento se pintaba de colores cálidos, Margarita se encontró con Julián, un pájaro carpintero que habitaba en un viejo roble cercano. Julián era conocido por ser sabio y aventurero, habiendo recorrido gran parte del bosque y más allá.

«¡Julián!» exclamó Margarita, con sus ojos brillando de emoción. «Cuéntame, por favor, ¿qué hay más allá de las colinas?».

El pájaro carpintero, con sus plumas rojas y negras resplandeciendo a la luz del atardecer, la miró con ternura. «Oh, Margarita, además de las colinas hay valles aún más verdes, ríos serpenteantes y ciudades llenas de vida. Pero, ¿por qué preguntas? Nunca has mostrado interés en salir de aquí.»

Margarita suspiró profundamente antes de responder. «He pasado toda mi vida en este valle y, aunque lo amo, siento que hay tanto más por descubrir. Quiero volar, Julián. Deseo explorar el cielo como tú.»

Julián la miró sorprendido y preocupado. «¿Volar? Margarita, eres una oveja, no un pájaro. Pero, ¿y si te dijera que hay una manera? Conozco una bruja sabia que vive en la ladera de la montaña. Tal vez pueda ayudarte.»

Con el corazón latiendo con fuerza, Margarita decidió que debía intentarlo. Así que al amanecer siguiente, se despidió del rebaño y comenzó su aventura hacia la montaña, siguiendo las indicaciones de Julián.

El camino era empinado y cubierto de maleza, pero Margarita no se rindió. Días más tarde, llegó agotada a la cabaña de la bruja Carmen, una anciana de cabello blanco como la luna y ojos tan profundos como el océano.

«¿Qué te trae hasta aquí, joven oveja?» preguntó Carmen con voz suave pero firme.

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Con valentía, Margarita explicó su deseo de volar y cómo había llegado allí. Carmen la escuchó atentamente y luego sonrió de manera enigmática. «Puedo darte lo que deseas, pero debes entender que volar no es solo una cuestión de tener alas. Debes ser valiente y tener un corazón puro.»

Margarita asintió con determinación. «Haré lo que sea necesario.»

La bruja buscó en sus estantes repletos de frascos y pócimas hasta encontrar un par de alas de murciélago. Las colocó con cuidado en la espalda de Margarita y recitó un hechizo antiguo. Al instante, Margarita sintió un cosquilleo recorrer todo su cuerpo.

«Ahora, intenta moverlas», sugirió la bruja.

Margarita extendió las alas poco a poco, aprendiendo a controlarlas. Después de varios intentos, logró elevarse en el aire. ¡Era maravilloso! Volaba por primera vez y el mundo abajo se veía tan pequeño y distante.

Durante las noches siguientes, Margarita exploró el cielo nocturno. Se encontró con criaturas de todo tipo y descubrió paisajes que jamás había imaginado. Una noche, mientras surcaba las estrellas, vio a un lobo llamado Esteban que estaba solo, aullando melancólicamente a la luna.

«¿Por qué estás tan triste, Esteban?» preguntó Margarita, descendiendo cerca de él.

El lobo la miró sorprendido. «He perdido a mi manada. Ahora estoy solo y no sé cómo encontrarlos.»

Margarita, con su espíritu compasivo, decidió ayudar a Esteban. «Te ayudaré a buscar a tu manada. Volar me da una visión más amplia y juntos podremos encontrarlos.»

Los días siguientes estuvieron llenos de aventuras mientras Margarita y Esteban buscaban la desaparecida manada. Volaron sobre ríos brillantes bajo la luz de la luna y cruzaron montañas rugosas. Margarita nunca había sentido tanta satisfacción ayudando a alguien.

Finalmente, una noche clara y estrellada, hallaron a la manada de Esteban cerca de un río plateado. Los ojos del lobo se llenaron de lágrimas de alegría. «Gracias, Margarita. Nunca olvidaré lo que has hecho por mí.»

Sin embargo, el viaje de Margarita no había terminado. Ansiosa por compartir sus historias y experiencias, decidió regresar al valle. Al llegar, fue recibida con asombro por todo el rebaño. Sus alas y sus cuentos maravillaron a todos, especialmente a su mejor amiga, una oveja llamada Rosa.

«No puedo creer todo lo que has vivido», dijo Rosa, abrazando a Margarita. «Eres increíble.»

A partir de ese día, Margarita se convirtió en una leyenda en el valle. Aunque no volaba tan a menudo como antes, siempre estaba dispuesta a ayudar a quien lo necesitara. Pronto comprendió que, aunque los cielos le ofrecían libertad y aventura, el verdadero hogar y la verdadera alegría estaban en ayudar y compartir con los demás.

Moraleja del cuento «El vuelo de la oveja que se puso unas alas de murciélago y se aventuró a explorar el cielo nocturno»

La moraleja de este cuento es que la verdadera libertad no proviene solo de explorar nuevos horizontes, sino también de usar nuestras habilidades para ayudar a los demás. En nuestros actos de bondad y en el compartir con los otros, encontramos el verdadero sentido de la aventura y la satisfacción.

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Espero que estés disfrutando de mis cuentos.