La mariposa colorida y la primavera
En el corazón del bosque Luminaria, donde los rayos del sol penetraban a través de las hojas verdes creando un interminable juego de luces y sombras, vivía una mariposa conocida como Alegría. Alegría no era una mariposa cualquiera; sus alas eran un espectáculo de colores vibrantes y resplandecientes, que cambiaban según su ánimo. Un mosaico de azules celestes, verdes esmeralda y rojos intensos, que parecían bailar con la luz y crear un arco iris viviente.
Alegría compartía su hogar con otras mariposas, todas hermosas y únicas a su manera, pero ninguna tan asombrosa como ella. Sus amigos incluían a Lucía, una mariposa monarca de alas naranjas y negras, cuya inteligencia y serena personalidad la hacían la confidente ideal, y a Tiago, una pequeña mariposa azur cuya valentía era siempre una fuente de inspiración para todos.
La llegada de la primavera era siempre un evento de celebración en el bosque Luminaria. Los animales se vestían con sus colores más vivos, y las flores comenzaban su danza para atraer a sus inseparables polinizadores. Sin embargo, este año, la primavera trajo consigo algo más que nuevos brotes y cánticos de aves; trajo un misterioso y aparentemente interminable nublado que obscurecía la vitalidad del bosque.
—¿Por qué el sol no brilla como antes, Alegría? —preguntó Lucía, posándose delicadamente sobre una hoja húmeda.
—No lo sé, pero siento que algo está ocurriendo —respondió Alegría, mientras sus alas reflejaban una inquietante mezcla de colores oscuros—. Tal vez haya alguien que pueda brindarnos respuestas.
Decidieron consultar a Doña Petra, una sabia tortuga antigua que conocía historias y secretos del bosque olvidados por el tiempo. Al llegar al claro donde habitaba Doña Petra, la encontraron meditando junto a un estanque cristalino.
—Doña Petra, hay una nube extraña sobre el bosque y parece no querer marcharse —explicó Tiago, colorido y ansioso.
Doña Petra, con sus suaves ojos verdes y su caparazón lleno de símbolos extraños, abrió los ojos y las miró con gravedad.
—Esa nube no es una nube común. Hay un hechizo de tristeza sobre el bosque. Me temo que la primavera no podrá florecer por completo hasta que el hechizo sea roto —dijo la tortuga con voz profunda y cautivadora.
La mariposa Alegría, con su espíritu inquebrantable, decidió que debía encontrar el origen de ese hechizo y romperlo. Reunió a sus amigos y emprendieron un viaje hacia el otro extremo del bosque, donde habitaba el misterioso Guardián del Tiempo, un ser legendario capaz de alterar el curso de los días.
El camino estaba lleno de desafíos. Primero, enfrentaron un barranco profundo que desafiaba sus alas. Un río caudaloso que rugía como león, del cual escasamente lograron escapar gracias a la osadía y astucia de Tiago. Luego, se internaron en un territorio de neblinas que ocultaba las maravillas del suelo, haciendo difícil reconocer qué era seguro y qué no.
—Vamos, Alegría, estamos aquí contigo —decía Lucía, intentando mantener el ánimo del grupo.
Finalmente, llegaron a la cueva del Guardián del Tiempo. La entrada de la cueva estaba adornada con relojes y relojeras petrificadas, atrapadas por el tiempo. Alegría reunió fuerzas y entró, seguida de cerca por Lucía y Tiago.
A mitad de la tenebrosa cueva, se encontraron con el Guardián del Tiempo: un ser de formas antropomórficas cuyos ojos brillaban como dos esferas de reloj.
—¿Quién osa interrumpir el transcurrir del tiempo? —preguntó el Guardián con voz retumbante.
—Somos todos amigos del bosque Luminaria y venimos a solicitar tu ayuda para deshacer un hechizo de tristeza que oscurece nuestra primavera —explicó Alegría, mostrándole sus alas cambiasíntomas.
—Solo el coraje y la verdadera alegría pueden romper ese hechizo. Debéis encontrar el motivo del hechizo de tristeza —aseguró el Guardián—. No puedo intervenir directamente, pero aquí tienes una pista: la tristeza en el bosque viene del corazón de alguien que ha olvidado cómo sonreír, precisamente en el centro de Luminaria.
Regresaron corriendo al centro del bosque, y durante el trayecto reflexionaban sobre las palabras del Guardián. En el corazón de Luminaria, encontraron a un viejo roble que solía ser el árbol más colorido y alegre del bosque. Ahora, el roble Emérito estaba marchito y apagado.
Era Emérito el origen de la tristeza. El viejo roble había olvidado el gozo de vivir. Alegría decidió acercarse a él y comenzó a contarle historias felices, de días soleados y brisas suaves, de risas mariposas y bailes entre flores.
—¿Recuerdas, Emérito, cuando todos organizábamos festivales bajo tus ramas? —dijo Alegría mientras sus alas comenzaban a iluminarse otra vez—. Esos momentos aún viven en nuestros corazones y también en el tuyo.
Con cada anécdota, el roble comenzó a recuperar su color, y lentamente, pequeñas hojas empezaron a brotar. Finalmente, su corteza recobró la vida y las mariposas del bosque, lideradas por Alegría, cantaron una melodía antigua de renacimiento.
El hechizo se deshizo, y la nube negra desapareció, liberando al sol que ahora brillaba más radiante que nunca. Las mariposas revoloteaban felices y las flores danzaban al suave ritmo del viento primaveral.
—Gracias, amigos, por devolverme la alegría, ¡y la vida! —dijo Emérito con una voz monumental y afectuosa.
Desde ese día, el bosque Luminaria renació más vivo que nunca y con la unión de sus habitantes más fuerte que antes. Las mariposas revoloteabas felices y orgullosas, sabiendo que juntos podían superar cualquier adversidad.
Moraleja del cuento «La mariposa colorida y la primavera»
La alegría y la solidaridad tienen el poder de transformar cualquier oscuridad en luz. Cuando encontramos y ayudamos a sanar el corazón de quienes nos rodean, sus sonrisas pueden iluminar el camino de todos. Recuerda que la tristeza compartida se reduce, y la alegría compartida siempre se multiplica.