Cuento: La pequeña ardilla y el Árbol del Susurro

Cuento: La pequeña ardilla y el Árbol del Susurro 1

La pequeña ardilla y el Árbol del Susurro

En el corazón del extenso bosque, donde las flores susurraban canciones de primavera y los ríos jugueteaban con las piedras, vivía una pequeña ardilla llamada Valentina.

Su pelaje rojizo brillaba con los rayos del sol que se colaban entre las hojas de los árboles, y sus ojos chispeaban con la curiosidad de mil aventuras por vivir.

Valentina nunca había salido de la vista de su hogar, un robusto árbol de roble conocido como el Árbol del Susurro.

Era un lugar mágico que se decía guardaba los secretos del bosque; sus ramas se mecían suavemente incluso cuando no había viento, como si estuvieran llenas de historias ansiosas por ser contadas.

Una mañana, mientas Valentina coleccionaba bellotas doradas, escuchó un sonido que no había oído antes.

«¿Quién está ahí?», preguntó con voz melodiosa y dulce, buscando de un lado a otro entre las hojas. Pero solo el silencio respondió a su llamado.

Curiosa y embriagada por la promesa de un misterio, Valentina decidió explorar más allá de su conocido hogar.

Saltó de rama en rama, siguiendo el rastro del sonido que parecía llevarle en un baile a través del bosque.

Así llegó hasta un claro iluminado por la luz de mediodía donde encontró un espejo antiguo, ornamentado con piedras preciosas y enredaderas. «¡Vaya! ¿Qué hace un espejo aquí? Parece especial», exclamó mientras se acercaba.

En ese instante, un búho sabio apareció en escena. «Saludos, Valentina. Ese es el Espejo de los Destinos Ocultos, y te mostrará caminos inesperados», le dijo con voz ronca y serena.

La pequeña ardilla, con timidez, miró su reflejo y vio más que su imagen.

Vio el Árbol del Susurro susurrándole secretos, vio a otras criaturas del bosque escuchando atentamente y vio, además, una sombra acechando entre los susurros.

«¿Ves eso?», preguntó asustada al búho. «Sí, es la Sombra del Olvido. Ella busca apagar los recuerdos que el árbol guarda, para que el bosque olvide su magia y quede en silencio», explicó.

«¡Eso no puede ser! El Árbol del Susurro es la voz de nuestra historia, ¡debo hacer algo!», exclamó Valentina, determinada a proteger su hogar y el corazón del bosque.

Armada de coraje y acompañada por el búho, Valentina emprendió la misión de salvar al Árbol del Susurro.

Se encontraron con Fernando, el zorro del repentino giro, y con Lucía, la mariposa mensajera. Unidos por un propósito, el grupo se aventuró en una travesía llena de retos y enseñanzas.

Superaron pruebas de astucia, donde Valentina tuvo que desentrañar acertijos; atravesaron prados encantados, donde Lucia les mostró el camino con su danza alada; y escaparon de laberintos de espinas, donde Fernando con su agilidad, los guió sin un rasguño.

La Sombra del Olvido, al verse descubierta, intentó engañarlos con dulces melodías y promesas vacías de tranquilidad.

«Olvida la misión, Valentina, y vive en un eterno presente», susurraba la sombra seductora. Pero el corazón valiente de Valentina estaba impregnado de los susurros de su hogar y no se dejó confundir.

«¡Tu silencio no es bienvenido aquí!», gritó Valentina con voz firme y clara.

La Sombra, enfrentada por la determinación de la pequeña ardilla y sus amigos, retrocedió lentamente hasta que simplemente desapareció como la niebla ante el sol del amanecer.

El Árbol del Susurro brilló con una luz cálida y sus hojas susurraron canciones de gratitud. «Gracias, Valentina. Gracias, amigos míos. Han salvaguardado las historias del bosque, y con ellas, su esencia», dijo el árbol con una voz que parecía el viento mismo.

El bosque entero resonó con un murmullo de alegría. Las criaturas celebraron con un festín de frutos y néctares dulces.

Valentina, ahora conocida como la Guardiana de Secretos, sonrió con satisfacción, sabiendo que su hogar estaba a salvo.

La aventura había terminado, pero las historias del Árbol del Susurro recién comenzaban a cobrar vida. Valentina, con sus amigos a su lado, se dedicó a escuchar y compartir esas historias para que nunca fueran olvidadas.

Y así, en el corazón del extenso bosque, donde las flores aún susurran canciones de primavera y los ríos continúan jugueteando con las piedras, la pequeña ardilla y sus amigos cuidan de la magia y los secretos que dan vida a su mundo.

Si alguna tarde de verano pasáis cerca del bosque y el viento acaricia vuestras mejillas, cerrad los ojos y prestad atención; quizás escuchéis los dulces susurros del Árbol del Susurro, contándoos historias de hojas y viento.

Moraleja del cuento «La pequeña ardilla y el Árbol del Susurro»

En las raíces de la valentía y la amistad, florecen las más maravillosas historias. Recordemos que la unión y el coraje son escudos invencibles contra las sombras del olvido, y que juntos, podemos mantener viva la magia que nos rodea.

Abraham Cuentacuentos.

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