Cuento: La princesa que viajó a través del tiempo para salvar su reino

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La princesa que viajó a través del tiempo para salvar su reino

En el antiguo reino de Albión, donde los árboles tocaban el cielo y las aguas de sus ríos escondían espejos encantados, vivía la princesa Elara.

Dotada de una belleza sin igual, con cabellos de oro que reflejaban el sol y una mirada de zafiro que desvelaba la sabiduría de mundos olvidados, Elara ostentaba también una inteligencia y valentía que competían con la de cualquier caballero de la corte.

La paz de Albión se vio amenzada cuando un hechicero malvado, envidioso del esplendor del reino, lanzó una maldición que congelaría el tiempo, dejando a la tierra y a sus habitantes en un silente letargo.

Ante este inminente destino, Elara recordó las antiguas leyendas que su nodriza le contaba; historias de una grieta en el tejido del tiempo, oculta en las profundidades de la Gruta del Eón.

La princesa decidió iniciar un viaje a través de los agrestes bosques, surcados por lobos y criaturas de leyenda.

Su compañía la constituyan sus más leales amigos: Sir Cedric, el caballero errante de mirada penetrante y espíritu indómito; y Lys, la hechicera de cabellos plateados que tejía los hilos del destino con cada palabra que susurraba.

«Estamos ante la encrucijada del destino», afirmó Lys con voz etérea. «El tiempo es un río que fluye, pero también un mar que atrapa. Deberemos ser astutos si queremos navegar sus corrientes».

Elara asintió, consciente de que era el coraje el que dictaba los compases de sus latidos.

Una noche, al resguardo de un fuego que crepitaba cuentos olvidados, un anciano apareció ante ellos.

«El hilo de la vida es frágil, mi princesa», dijo con una voz que parecía rasgar el velo del tiempo, «pero en vuestro corazón se halla una fuerza que desafía las edades».

Al decir esto, le entregó un amuleto, un reloj de arena con granos que brillaban como estrellas cautivas.

«Con esto, podrás volver atrás en el tiempo, pero cuidado», advirtió el anciano mientras sus ojos chispeaban con un conocimiento ancestral, «cada decisión talla el destino en la piedra del universo».

La princesa, con el amuleto en su poder, sintió un peso mayor que el de cualquier corona.

Tras días de travesía, los compañeros alcanzaron la Gruta del Eón.

Pasajes serpenteantes se abrían como bocas de sombra, pero la luz del amuleto de Elara parecía disipar las tinieblas.

«Debemos atravesar el Laberinto del Tiempo», declaró Sir Cedric, desenvainando su espada, que resplandecía con una luz de esperanza.

En el corazón del laberinto, encontraron la grieta: un espejo translúcido suspendido en el aire, palpitando con la promesa y el peligro de otros tiempos.

«Es ahora o nunca», exclamó Elara, mientras su reflejo en el espejo parecía sonreírle con complicidad.

A través de la grieta, la princesa y sus amigos se adentraron en los vericuetos del ayer.

El mundo que hallaron al otro lado se encontraba en una época diferente.

La arquitectura, las vestimentas, las caras eran otras; pero el cielo, con sus nubes bailarinas, permanecía inmutable.

«Debemos encontrar al hechicero antes de que pronuncie la maldición», murmuró Lys, y la búsqueda se intensificó.

La ventura los llevó al encuentro de un joven que compartía la mirada del anciano del bosque.

«El destino tiene muchas máscaras, pero soy yo, aunque en la flor de mi juventud», confesó, revelando ser el hechicero antes de su caída en la sombra.

Ante la incredulidad de Elara, el joven les reveló que su desvío hacia la oscuridad había sido amor.

Un amor perdido a los caprichos del tiempo.

Enternecida y firme, la princesa le dijo, «El amor que verdaderamente une no se desvanece con el tiempo, se transforma en la luz que guía a los corazones perdidos».

El hechicero, tocado por la verdad en sus palabras, les otorgó una esfera que brillaba con el futuro no escrito, la antítesis de la maldición que había estado destinado a lanzar.

El momento de volver fue tan súbito como una exhalación.

Elara giró el amuleto de tiempo, y la grieta se abrió de nuevo, tragándolos con la urgencia de una promesa por cumplir.

Reaparecieron en su Albión natal, justo antes de que el hechicero congelara el fluir del tiempo.

Con la esfera en alto, Elara pronunció palabras esculpidas en el aliento de los siglos, palabras que el hechicero les había enseñado.

La esfera se iluminó, brillando contra la sombra que avanzaba, y un estallido de luz purificadora se expandió, desterrando la maldición y abrazando cada rincón de Albión.

Al reestablecerse el tiempo, la gente del reino notó algo diferente en la princesa.

Su mirada guardaba un nuevo brillo, el de quien ha visto los destinos entrelazados y ha regresado para contar la historia.

El hechicero maligno, humillado pero iluminado por la compasión, partió en busca de redención, dejando a Albión en paz una vez más.

Los días de gloria regresaron al reino, con Elara liderándolo hacia un futuro de esperanza y sabiduría.

Sir Cedric, el noble guerrero, encontró nuevos caminos para su espíritu aventurero, así como Lys, la hechicera, continuó desentrañando los misterios de la existencia.

Elara nunca olvidó las lecciones aprendidas en aquel viaje a través del tiempo; que el corazón verdadero trasciende las eras y que la luz más brillante a menudo nace de la oscuridad.

La princesa que había viajado a través del tiempo para salvar su reino se convirtió no solo en una gobernante amada, sino en una leyenda que Albión cantaría a través de los tiempos.

Moraleja del cuento «La princesa que viajó a través del tiempo para salvar su reino»

En la urdimbre de la vida, el coraje para enfrentar nuestros miedos y la voluntad de cambiar nuestro destino son los hilos que tejen la más grandiosa de las historias.

La bondad y el amor, como luces eternas, pueden salvar corazones y reinos enteros, recordándonos que, incluso frente a la adversidad, el final puede ser feliz si estamos dispuestos a luchar por él.

Abraham Cuentacuentos.

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