Las alas rotas de Clara
Clara era una mariposa que anidaba en un pequeño jardín, donde los colores florecían en matices de vida.
Sin embargo, su resplandor se opacaba por las risas de los niños que, sin conocimiento, atrapaban mariposas para admirarlas en frascos, olvidando que cada uno de esos seres vibrantes llevaba en sus alas toda la belleza del cielo.
Una tarde, mientras el sol se deslizaba suave por el horizonte, Clara fue sorprendida por una mano que la apresó.
En un instante, vio el mundo a través de un cristal, su libertad se desvaneció, y con ello, su brillo.
Pero dentro de ella, el deseo de volar y ser libre nunca dejó de arder.
—Por favor, suéltame —susurró Clara con una voz que acariciaba el corazón de su captor.
El niño, sorprendido por las palabras de la mariposa, la observó con sorpresa y pena.
Era un niño de ojos grandes, que no conocía el dolor de una ala rota, hasta aquel momento.
Sin pensarlo, dejó caer el frasco, y Clara salió disparada, como un susurro de esperanza entre los colores del atardecer.
Desde ese día, el niño decidió nunca más atrapar a una mariposa.
En su corazón, la lección había florecido: cada ser tiene su lugar en el mundo, y el respeto por la vida es el regalo más grande que podemos ofrecer.
Clara, con un nuevo brillo en su vuelo, aprendió que las alas rotas pueden sanar siempre que la libertad y la empatía marquen el camino.
Moraleja: «Las alas rotas de Clara»
La libertad no es solo un sueño, es un derecho que nos une. En el respeto hacia los seres que habitan nuestro mundo, encontraremos la belleza del amor que sana y permite que cada corazón vuele al compás de su propia melodía.