Cuento: «El río que olvidó cantar»

Un río silencioso, dos hermanos curiosos y un anciano con una historia que podría cambiarlo todo. Lucía y Mateo creen que el río de su pueblo ha olvidado cantar. Con la ayuda de Don Roberto, descubrirán un secreto que podría devolverle su voz… si actúan a tiempo. Ideal de 6 a 12 años.

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Revisado y mejorado el 09/08/2025

Dibujo en acuarela de un anciano y dos niños junto a un río, inspirado en el cuento infantil “El río que olvidó cantar”, sobre la importancia de cuidar la naturaleza.

El río que olvidó cantar

En un valle escondido, donde las montañas parecían dormidas y el aire olía a pino, vivían Lucía y su hermano Mateo.

Ella tenía la mirada inquieta de quien quiere entenderlo todo; él, la risa fácil de los que aún creen que los charcos son mares enteros.

Aquella tarde, siguiendo el murmullo del río, encontraron a Don Roberto sentado bajo un álamo viejo, con el sombrero ladeado y un bastón que parecía tan antiguo como el pueblo.

—Buenas tardes, Don Roberto —dijo Lucía—. ¿Está esperando a alguien?

—A nadie, hija. Estoy escuchando al río… aunque hoy, su canción suena más corta —respondió el anciano, mirando la corriente que apenas se movía.

Mateo frunció el ceño.
—¿Se ha olvidado de cantar?

Don Roberto acarició la corteza del álamo, como si también le preguntara a él.
—Hace muchos inviernos, el agua corría clara y fresca. Los peces saltaban como si quisieran tocar el cielo. Pero un día empezaron a caer demasiados árboles, y al río le llegaron aguas sucias. Y el tiempo… bueno, el tiempo se volvió raro: llueve cuando no toca y el calor se queda más de la cuenta.

Lucía se agachó y dejó que el agua le rozara los dedos.
—¿Y se puede arreglar?

El anciano sonrió, pero no como quien da una respuesta fácil.
—Arreglar… no siempre. Curar, tal vez. El río necesita amigos, y los amigos se cuidan todos los días.

Mateo, con la convicción que sólo tienen los pequeños, dijo:
—Pues nosotros seremos sus amigos.

Esa misma semana, Lucía y Mateo reunieron a tres compañeros y formaron el Club del Río.

No llevaban capa ni espada, solo cubos, palas y un saco de semillas.

Plantaron álamos, recogieron botellas viejas y convencieron a los vecinos para que el agua del grifo no corriera sin razón.

Los meses pasaron.

En primavera, los árboles nuevos brotaron con hojas como monedas verdes; en verano, el río volvió a reír bajo el sol.

Y aunque aún quedaba mucho por hacer, el valle ya no estaba tan solo.

Moraleja del cuento sobre el cambio climático: «El río que olvidó cantar»

A veces, la naturaleza no pide grandes gestos, sino manos pequeñas que actúen cada día.

Porque un río puede olvidar su canción… pero si alguien le sopla las notas, siempre vuelve a cantar.

Abraham Cuentacuentos.

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