La bruja y la búsqueda de la estrella caída en el bosque oscuro

Breve resumen de la historia:

La bruja y la búsqueda de la estrella caída en el bosque oscuro En un pequeño y recóndito pueblo español, llamado Aldea Verde, vivía una bruja llamada Isabella. Isabella era una mujer de aspecto peculiar y misterioso; su cabello, de un negro azabache y siempre enmarañado como las ramas de un viejo roble, contrastaba con…

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La bruja y la búsqueda de la estrella caída en el bosque oscuro

La bruja y la búsqueda de la estrella caída en el bosque oscuro

En un pequeño y recóndito pueblo español, llamado Aldea Verde, vivía una bruja llamada Isabella. Isabella era una mujer de aspecto peculiar y misterioso; su cabello, de un negro azabache y siempre enmarañado como las ramas de un viejo roble, contrastaba con su piel pálida, sus ojos verdes intensos reflejaban una sabiduría ancestral y un poder oculto. A pesar de su apariencia aterradora, su corazón era bondadoso y compasivo, aunque esto lo sabían pocos.

Un día, mientras realizaba sus rituales nocturnos en lo profundo del Bosque Oscuro, una brillante luz atravesó el cielo nocturno, iluminando momentáneamente su alrededor. Isabella se estremeció; aquella luz traía consigo una energía desconocida y poderosa. Curiosa y alerta, se adentró cada vez más en el boscoso entorno hasta dar con una estrella caída, que yacía en el lecho del río. La estrella irradiaba una suavidad cálida y misteriosa.

—¿Qué haces aquí, pequeña estrella? —murmuró Isabella, acercándose con cautela.

La estrella, como si entendiera las palabras de la bruja, centelleó brillantemente antes de emitir un tenue resplandor. En ese instante, una figura emergió del agua; era una joven de apariencia etérea, con cabellera plateada y ojos brillantes como la luna llena.

—Soy Estrella —dijo la joven, con voz melodiosa—. Necesito tu ayuda, Isabella.

La bruja retrocedió sorprendida; ¿una aparición celestial pidiendo su ayuda? Claramente, había más tras aquella caída celestial de lo que siquiera habría podido imaginar.

—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó Isabella, todavía en guardia.

—Lo sé todo sobre ti, sabía que eras la única que podría ayudarme —respondió Estrella, con una leve sonrisa que irradiaba serenidad—. Debo regresar al cielo antes del próximo amanecer, pero mi caída ha despertado a criaturas oscuras que habitan este bosque, y no puedo hacerlo sola.

Isabella sintió en su corazón una llamada irrefrenable a ayudar a Estrella. Con un leve movimiento de su varita, invocó un hechizo protector alrededor de ambas. Bajo las sombras de los imponentes árboles y el susurro de las hojas movidas por el viento, comenzaron la travesía hacia el centro del Bosque Oscuro, donde un portal celestial les aguardaba.

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El camino no fue sencillo. Pronto se toparon con Soraya, una serpiente de ojos fulgurantes que poseía una astucia sin igual.

—¿Adónde creen que van? —siseó Soraya, aludiendo un peligroso aviso—. Nadie cruza mi territorio sin mi permiso.

Isabella, con calma y empatía, se dirigió a la serpiente:

—Soraya, no buscamos problemas. Esta joven necesita regresar a su lugar entre las estrellas. Permítenos pasar.

Soraya fijó sus ojos en Estrella, y tras un momento de reflexión, dejó que pasaran, pero les advirtió:

—El verdadero peligro está adelante. Los Hombres Sombríos aguardan.

El siguiente desafío no tardó en presentarse. Los Hombres Sombríos eran criaturas fantasmagóricas, seres formados por neblina oscura que podían drenar la energía vital de cualquier ser que cruzara su sendero. Isabella invocó un encantamiento de luz, haciendo retroceder a las sombras momentáneamente. Entre susurros y sombras, las dos mujeres avanzaron con rapidez.

—Isabella, estoy perdiendo fuerza —dijo Estrella, debilitándose—. Mi luz se desvanece.

—Mantente cerca de mí, no te dejaré caer —aseguró Isabella, con determinación inquebrantable.

Finalmente, llegaron a un claro donde el portal se alzaba majestuoso, un vórtice de energías celestiales centelleante. Sin embargo, frente al portal, una figura oscura, el líder de los Hombres Sombríos, bloqueaba su paso. Luisón, un ser alto y esquelético con una capa negra, emergió de las sombras.

—Ninguna estrella cruzará mi bosque —gruñó, mostrando unos colmillos afilados.

Isabella, con valentía y amor por el universo, afrontó a Luisón. Utilizó una poción de luz pura que había guardado para emergencias, lanzándola contra él. La luz relampagueante envolvió a Luisón, que gritó desgarradoramente antes de desvanecerse en sombras.

Estrella, ahora nuevamente brillante, agradeció profundamente a Isabella.

—Gracias, bruja bondadosa. Sin ti, no habría podido regresar a mi hogar.

Isabella, con una sonrisa cálida, observó cómo Estrella se adentraba en el portal y desaparecía en un destello luminoso. El Bosque Oscuro, ahora libre de sombras, parecía más apacible y vivaz.

Regresó a Aldea Verde, sintiendo que su conexión con el cosmos se había fortalecido. Pese a las dificultades, había encontrado un propósito más grande y una amistad que trascendía las fronteras terrenales.

En el pequeño pueblo, la gente aún consideraba a Isabella con respeto y temor, sin saber de su grandioso acto de valentía aquella noche, pero ella sabía que había hecho lo correcto, y eso la llenaba de una paz interior que iluminaba su enigmática vida.

Moraleja del cuento «La bruja y la búsqueda de la estrella caída en el bosque oscuro»

La bondad y la valentía pueden transformar aún los corazones más oscuros y cambiar el destino de cualquier ser, celestial o terrenal.

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