La bruja y la travesía por el sendero de los espejos mágicos

La bruja y la travesía por el sendero de los espejos mágicos

La bruja y la travesía por el sendero de los espejos mágicos

En el pintoresco pueblo de Calabrión, enclavado en el corazón de un bosque encantado, habitaba una bruja llamada Alondra. Alondra no era la típica bruja de nariz ganchuda y verrugas. No, ella era una mujer de belleza etérea, con largos cabellos azabache que caían en cascada por su espalda y ojos verdes que contenían el misterio de milurios. A pesar de su belleza, vivía aislada en una cabaña al borde del pueblo, pues los aldeanos la temían por sus poderes mágicos, aunque nunca había usado su magia para hacer el mal.

Un día, mientras Alondra recogía hierbas en el bosque, comenzó a llover intensamente. Buscó refugio bajo un roble centenario cuando de repente, un rayo iluminó el cielo y un extraño reflejo apareció entre la densa vegetación. Se acercó sigilosamente y observó un espejo antiguo, de marco dorado y tallas exquisitamente detalladas.

Tentada por su curiosidad, extendió la mano y tocó el espejo. En un abrir y cerrar de ojos, fue arrastrada a un lugar desconocido. Se encontró en un sendero rodeado por espejos de diversas formas y tamaños que parecían susurrar secretos. Asustada pero decidida, comenzó a caminar por el sendero, sintiendo una extraña energía a su alrededor.

En su travesía, Alondra se cruzó con un joven llamado Javier, quien estaba atrapado en uno de los espejos. Sus ojos eran de un marrón cálido y su expresión reflejaba una mezcla de esperanza y resignación. «¡Ayúdame, por favor! Llevo años atrapado aquí,» clamó Javier.

Alondra se acercó y tocó el espejo en el que Javier estaba atrapado. Dijo unas palabras mágicas y el espejo se rompió en mil pedazos, liberando al joven. «Gracias, soy Javier. He estado atrapado aquí desde que intenté liberar a mi hermana de una bruja malvada,» explicó, agradecido.

«Soy Alondra. No temas, vamos a encontrar a tu hermana,» respondió ella, sonriéndole. Juntos continuaron por el sendero, cada espejo reflejando no solo sus imágenes, sino también sus miedos y esperanzas más profundos.

Pronto se encontraron con otro espejo, este mostraba a una niña pequeña, llorando amargamente. «¡Es Lucía, mi hermana!» exclamó Javier. Alondra sintió un nudo en el estómago al ver la desesperación en el rostro de la niña. «No te preocupes, la liberaremos,» dijo, tomando la mano de Javier y pronunciando un hechizo aún más poderoso que antes.

El espejo se disolvió en un arco iris de luces, liberando a Lucía, quien corrió a los brazos de su hermano. «Gracias, señorita,» dijo Lucía entre lágrimas. «La bruja mala nos atrapó porque quería nuestro corazón puro para sus encantamientos.»

«No dejaremos que eso suceda,» replicó Alondra firmemente. “Encontraremos a esa bruja y la detendremos.”

Continuaron su camino hasta que encontraron un espejo que mostraba una cabaña oscura y tenebrosa. «Esa es la guarida de la bruja,» susurró Javier. Sin un segundo de duda, Alondra propuso: «Vamos. Juntos la derrotaremos.»

Entraron a la cabaña y se encontraron con la bruja, una anciana decrépita con ojos llenos de maldad. «¿Quién osa entrar a mi morada?» inquirió la bruja, con una voz áspera como papel de lija.

Alondra no retrocedió. «Soy Alondra, y vengo a terminar con tu malvada existencia,» declaró con valentía. La bruja rió sarcástica y lanzó un hechizo contra ellos, pero Alondra fue más rápida y creó un escudo protector con su magia.

«Así que has aprendido algunos trucos, ¿eh?» dijo la bruja, lanzando más hechizos. Alondra contraatacó, y pronto, una feroz batalla de magia se desató en la cabaña, con luces y sombras bailando en un frenesí caleidoscópico.

Con la ayuda de Javier y Lucía, que presionaron a la bruja desde diferentes direcciones, finalmente lograron vencerla. Con un hechizo final, Alondra selló los poderes de la bruja y la desterró a un reino lejano donde no podría hacer daño a nadie más.

Con la amenaza eliminada, los tres regresaron al sendero de los espejos mágicos, que comenzaron a brillar con una luz cálida y envolvente. «Gracias por todo, Alondra,» dijo Javier, mirando a Alondra con gratitud. «No solo salvaste a mi hermana y a mí, sino que liberaste a todas las almas atrapadas aquí.»

«Es lo correcto,» respondió Alondra, sonriendo dulcemente. «Ahora podemos regresar a Calabrión y llevar una vida en paz.»

Alondra, Javier y Lucía regresaron al pueblo, donde Alondra fue recibida como una heroína. Los habitantes de Calabrión, que antaño la temían, ahora la respetaban y admiraban por su valentía y bondad.

El sendero de los espejos mágicos continuó existiendo, pero ahora resplandecía con una luz pacífica, recordando a todos que hasta en los lugares más oscuros, la verdadera valentía siempre puede traer la luz de vuelta.

Moraleja del cuento «La bruja y la travesía por el sendero de los espejos mágicos»

En la vida, incluso cuando enfrentamos nuestros miedos más profundos, la valentía, la bondad y la unión son las claves para superar cualquier obstáculo. No debemos temer al poder que llevamos dentro, sino aprender a usarlo con sabiduría y amor.

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