La gallina exploradora y el secreto del molino mágico
En un pequeño pueblo rodeado de vastos campos de trigo dorado, vivían algunas gallinas bastante particulares.
Había una en especial, llamada Margarita, cuya curiosidad y espíritu aventurero eran conocidos por todos en el gallinero.
Margarita tenía plumas del color del fuego, con reflejos dorados y naranjas que resplandecían al sol, y una mirada vivaz y soñadora que reflejaba su ansia de descubrimiento.
Margarita siempre había sentido un impulso inexplicable hacia lo desconocido, y sus ojos brillaban al escuchar las historias contadas por el gallo veterano, Don Paco.
Él era una ave gigante con plumas oscuras y un porte majestuoso.
Cada noche, relataba aventuras de tiempos pasados, sembrando en los corazones de las jóvenes aves la semilla de la curiosidad.
Una noche en particular, Don Paco habló de un viejo molino abandonado al otro lado del río, del que decían que albergaba secretos extraordinarios.
«Cuenta la leyenda que quien logre entrar en el molino y desvelar sus secretos, hallará un don único,» dijo Don Paco, sus ojos centelleando bajo la luz de la luna.
Margarita, con su pluma brillante y su destreza natural, quedó fascinada y decidió que debía descubrir la verdad por sí misma.
Así comenzó la gran aventura de la gallina Margarita.
Al día siguiente, Margarita se despidió de sus amigas, Clara y Lola.
Clara, una gallina de plumaje blanco como la nieve y corazón tierno, trató de disuadirla. «¿Por qué ir sola? Podría ser peligroso. ¿Qué tal si te ocurre algo?» preguntó con una nota de preocupación en su voz.
Pero Margarita había tomado una decisión.
«No te preocupes, Clara. Volveré antes de que te des cuenta, y juntos descubriremos si la leyenda es cierta,» respondió Margarita con determinación.
Lola, siempre pragmática y con un plumaje rojo intenso, le entregó una pequeña bolsa con grano, a modo de provisión para el viaje.
El camino hacia el molino no fue sencillo.
Margarita tuvo que atravesar campos llenos de espigas altísimas, donde se perdía fácilmente, y cruzar el río usando un viejo tronco como puente, siempre con un ojo avizor para evitar cualquier peligro.
La noche cayó cuando finalmente llegó al molino.
Era una estructura vieja, con piedras grises cubiertas de musgo y enredaderas que la rodeaban como un abrazo de la madre naturaleza.
Margarita rodeó el molino en busca de una entrada.
Finalmente, encontró una pequeña abertura por donde se deslizó con cautela.
El interior estaba inundado de sombras, y sólo la luz de la luna que se filtraba a través de las grietas revelaba figuras desconocidas.
El viento soplaba suavemente, haciendo crujir la estructura de madera antigua.
Mientras avanzaba, Margarita notó algo brillante en el suelo, parcialmente cubierto de polvo. Era una llave antigua, de diseño intrincado, con la forma de un corazón.
La gallina la tomó cuidadosamente entre su pico, preguntándose para qué puerta esta llave sería útil.
Continuó su exploración hasta llegar a una gran puerta de metal con inscripciones en un idioma desconocido.
Con el corazón acelerado, Margarita insertó la llave en la cerradura y giró lentamente.
Al instante, la puerta emitió un leve «clic» y se abrió con un chirrido lento y profundo.
Al otro lado, el molino parecía transformado: había colores brillantes, luces danzantes y un aroma a hierbas dulces que llenaba el aire.
Margarita se adentró con una creciente mezcla de sorpresa y maravilla.
En el centro de la estancia, sobre un pedestal de mármol, había un huevo dorado, resplandeciente con una luz propia. Margarita no podía creer sus ojos.
Al acercarse, un suave murmullo llenó la sala. «¿Quién osa perturbar la paz del molino mágico?» resonó una voz, como un eco distante.
«Soy Margarita, una gallina de tierras lejanas. He venido en busca del secreto del molino,» respondió valientemente Margarita.
La voz guardó silencio por un momento, y luego, con tono benévolo, replicó:
«Has mostrado valentía y determinación. Puedes adquirir el don del huevo dorado. Solo debes tocarlo y pensarlo muy bien».
Margarita, atónita, extendió una de sus alas y tocó el huevo. Inmediatamente, una energía cálida la rodeó y sus plumas brillaron aún más intensamente.
De repente, en su mente se abrió una visión clara y profunda de los futuros caminos del bosque.
Sabía a dónde dirigirse y qué hacer, como si un río de sabiduría la hubiese inundado de repente.
Como si la hubiera acompañado desde siempre, Margarita decidió guardar el huevo dorado y llevarlo a su gallinero, sabiendo que se había convertido en guardiana de un don muy preciado.
De regreso al gallinero, Margarita sintió que cada paso estaba iluminado por una nueva capacidad para percibir y entender los detalles del mundo a su alrededor.
Las miradas de sorpresa y admiración de Clara y Lola fueron inestimables.
«¡Margarita, has vuelto! ¿Qué encontraste en el molino?» exclamó Clara, sus ojos verdes brillando con alegría.
«Encontré más de lo que jamás imaginé. No solo es un lugar mágico, sino que el huevo dorado que traje con nosotros puede enseñarnos a vivir en armonía y comprender mejor el mundo,» respondió Margarita, mostrando el huevo resplandeciente a sus amigas.
En los días que siguieron, Margarita compartió su nuevo conocimiento con las demás gallinas. Enseñó a Clara y Lola a alcanzar mejores pastos, a prever las tormentas y a encontrar el lugar perfecto para los nidos. El gallinero, bajo su sabiduría, prosperó como nunca antes.
Pronto, todo el pueblo supo del milagro del huevo dorado, y Margarita fue conocida no solo como una gallina aventurera, sino como una líder sabia y venerada.
La leyenda del molino cobró una nueva vida, pero más allá de los relatos, se consolidó la unidad y cooperación entre todos gracias al don traído por Margarita.
Una tarde, mientras el sol se escondía detrás de las colinas y los colores del crepúsculo teñían el horizonte, Don Paco se acercó a Margarita.
«Estoy orgulloso de ti, Margarita. Has demostrado que la valentía y la curiosidad pueden llevar al más grande de los regalos,» dijo con una sonrisa.
«Gracias, Don Paco. Fue tu historia la que me inspiró a emprender esta aventura. Ahora sé que cada historia tiene el poder de cambiar vidas,» respondió Margarita con gratitud.
Y así, bajo la luz dorada de la tarde, las gallinas y el viejo gallo se quedaron en silencio, disfrutando de un momento de paz, sabiendo que el gallinero, gracias a Margarita, vivía una era de esplendor y sabiduría.
Margarita comprendió que no solo había descubierto el secreto del molino mágico, sino también la fortaleza y virtud que yacen en el interior de cada uno de sus seres.
En aquel rincón del mundo, las gallinas vivieron felices, al cuidado del huevo dorado y bajo la guía de Margarita, la gallina exploradora que transformó su curiosidad en un regalo para todos.
Moraleja del cuento «La gallina exploradora y el secreto del molino mágico»
La curiosidad y el valor no solo nos permiten descubrir secretos antiguos, sino que pueden transformar nuestras vidas y las de quienes nos rodean.
Atreverse a explorar lo desconocido, con corazón y determinación, puede revelar grandes tesoros y enseñarnos valiosas lecciones que contribuyen al bienestar colectivo.
Abraham Cuentacuentos.