La momia que quería recibir un abrazo en Halloween
Era una noche oscura de Halloween en el pequeño pueblo de Villalgua, donde las luces parpadeaban con un color anaranjado que anunciaba la llegada de todas las criaturas fantásticas. Las calles estaban adornadas con telarañas brillantes y calabazas talladas con sonrisas traviesas. Niños disfrazados de fantasmas, brujas y superhéroes recorrían las aceras, llenando sus cubos de dulces y chocolatinas. Sin embargo, escondida entre las sombras de un viejo cementerio, había una momia llamada Moma.
Moma no era como las demás momias de las historias de terror. A ella no le interesaba asustar a nadie, sino en pasar una noche como cualquier otra, pero con un deseo muy especial: quería recibir un abrazo. Desde que se había despertado de su profundo sueño hace muchos años, Moma se sentía muy sola. “¡Ojalá alguien quisiera darme un abrazo!”, pensaba, mientras envolvía su cuerpo en vendas polvorientas y sonreía melancólicamente. Su corazón, aunque envuelto en tiritas, latía con esperanza.
“¡Este año es el indicado!”, se dijo Moma con determinación. “Voy a encontrar un niño valiente que no tema a una momia”. Con esta idea en mente, Moma salió de entre las lápidas y se dirigió hacia el bullicioso centro del pueblo.
Caminando lentamente, no podía evitar sentirse intrigada por el bullicio de los niños. Observó desde la distancia a tres pequeños: Lucas, Sofía y Mateo, todos disfrazados de lo que más querían ser ese año. Lucas era un valiente caballero con una espada de cartón, Sofía una espléndida reina de corazones con una brillante corona de papel y Mateo un pequeño dinosaurio que rugía como un auténtico T-rex.
—¡Mira, Sofía! —dijo Lucas con entusiasmo, apuntando a una casa decorada con nubes de algodón y luces de colores—. ¿Debemos tocar esa puerta primero?
—¡Sí! Quiero caramelos de fresa —respondió Sofía, saltando de emoción.
—¡Rugido! Yo quiero un montón de chicles —añadió Mateo, haciendo movimientos de dinosaurio.
Al ver cómo se divertían, Moma sintió un nudo en la garganta. “¿Y si los asusto?” pensó. Pero no podía contener su deseo de ser abrazada, así que se armó de valor y salió de su escondite, justo cuando los niños se acercaban a la puerta de la casa.
—¡Boo! —exclamó Moma, asomándose desde detrás de un árbol. Pero en lugar de dar miedo, la visión de una momia envuelta en vendas causó risitas y una gran confusión.
—¡Mira, Sofía! —gritó Lucas—. ¡Es una momia! ¿Te imaginas que también viene a pedir caramelos?
—¡Ojalá! —se rió Sofía—. ¡Qué raro! Nunca había visto una en persona.
—¡Hola! —dijo Moma con una voz suave y temblorosa—. No vengo a asustarles, sino a… a… querer un abrazo.
Los niños, sorprendidos por la dulzura de la momia, se miraron entre ellos. Era un momento extraño, nunca habían considerado que una momia pudiera desear algo tan tierno.
—¿Un abrazo? —preguntó Mateo, abriendo sus ojos grandes como platos—. ¡Eso es lo más raro que he escuchado! ¿Por qué quieres un abrazo, momia?
Moma, sintiendo que había puesto triste a los niños con su respuesta, se animó a contar su historia.
—Una vez fui una niña como ustedes, llena de risas y juegos. Pero con el tiempo, el cansancio me llegó y caí en un sueño eterno. Ahora que he despertado, siento que me falta algo muy especial: un abrazo de alguien que no tenga miedo. Estoy sola y esos abrazos son como un vestido que no tengo.
—¡Eso suena triste! —exclamó Sofía, arrugando su frente—. Yo no me atrevería a ser tu amiga, ¡pero un abrazo sí te lo doy!
Los tres niños se acercaron a Moma, quienes la miraban con cariño. Lucas, el valiente caballero, fue el primero en rodear a Moma con sus brazos, seguido de Sofía, que hizo lo mismo con un ligero titubeo. Por último, Mateo, en un gesto de verdadero dinosaurio, se lanzó con entusiasmo, envolviendo su diminuto cuerpo en las vendas de la momia.
—¡Esto es maravilloso! —rió Moma, mientras el nivel de felicidad en su corazón crecía como un globo. La calidez de esos abrazos era todo lo que había anhelado durante siglos.
De repente, un gran trueno resonó sobre el cielo estrellado, iluminando la noche. Los niños se asustaron y retrocedieron un momento, pero Moma se agachó y les dijo:
—No teman, es sólo el cielo divirtiéndose. Siempre está ahí para recordarnos que las aventuras no son sólo de miedo, sino también de alegría.
—¿Vas a quedarte con nosotros en Halloween? —preguntó Lucas con gran esperanza. La idea de tener una amiga momia en su aventura de dulces parecía emocionante.
Y Moma, con una sonrisa en el rostro y su corazón lleno de alegría, dijo:
—Claro que sí. ¡Hoy festejamos juntos! Pero antes, ¡necesito disfrazarme de algo igual de divertido!
Los niños se pusieron a buscar entre las decoraciones de Halloween, sacando telas de colores, sombreros puntiagudos y hasta una escoba de juguete. Tras un divertido giro, Moma terminó pareciendo una momia alegre con un gorro de bruja que se le caía constantemente, y todo el mundo se reía.
Así, Moma, Lucas, Sofía y Mateo recorrieron las calles de Villalgua, pidiendo dulces y disfrutando de la noche. Eran el grupo más peculiar del pueblo, una momia acompañada por valientes aventureros, riendo y disfrutando, y cuando se caían, les abrazaban en un cómico caos. Nunca habían tenido tanto valor y tanto dulce en una sola noche.
A medida que las horas pasaban, los cueros de las calabazas empezaron a caer y la luna brilló más intensamente que nunca. Moma, al final de la noche, con un montón de dulces en sus brazos, mecía a sus nuevos amigos de vuelta a casa mientras les decía:
—Gracias a todos por este Halloween maravilloso. Nunca pensé que tendría amigos tan divertidos que quisieran abrazar a una momia. Este abrazo es porque el amor y la amistad pueden vencer el miedo.
Los niños sonrieron, haciendo eco de su alegría. ¿Quién diría que una momia podía transformar una noche oscura en una aventura mágica? Con risas resonando y sus corazones llenos, sabían que ese Halloween nunca sería como los demás.
Moraleja del cuento «La momia que quería recibir un abrazo en Halloween»
La historia de Moma nos enseña que, a veces, las apariencias pueden ser engañosas. Lo que parece aterrador puede llevar consigo una gran cantidad de amor y amistad. Además, nunca subestimes el poder de un abrazo sincero y un corazón valiente, pues ellos pueden iluminar incluso las noches más oscuras.