La noche de las calabazas encantadas en Halloween
Era una noche oscura, una de esas que hacen que los faroles del pueblo titilen como si compartieran secretos con la brisa.
En el pequeño barrio de Valdemora, las risas y los gritos de los niños resonaban mientras corrían de puerta en puerta, llenando sus calabazas de dulces.
Sin embargo, para Marco y Luna, esta noche era especial por otra razón: el misterio de la leyenda de las calabazas encantadas.
Marco, un chico de ojos brillantes y cabello revuelto, siempre se había sentido intrigado por los cuentos de su abuela sobre las calabazas que podían hablar.
«Dicen que guiñan el ojo a quienes tienen pureza en su corazón», había dicho ella con una sonrisa pícara. Luna, su hermana menor, con su eterna curiosidad, decidió que esa noche, tendrían que verificarlo.
“¿Vamos al viejo huerto de la abuela?”, sugirió Luna, con una chispa de emoción. “Podría haber algo mágico esperando por nosotros”.
“¡Claro, pero prometo que no gritaremos si encontramos algo raro!”, bromeó Marco, sin poder evitar sonreír.
Aunque por dentro, sentía un cóctel de miedo y emoción que le retumbaba en el estómago.
El huerto se encontraba al final de un sendero cubierto de hojas secas que susurraban con cada paso.
La luna llena iluminaba el paisaje, creando sombras que parecían bailar en torno a ellos.
“¡Mira!”, exclamó Luna, señalando unas calabazas con luces parpadeantes.”.
A medida que se acercaban, se dieron cuenta de que no eran calabazas comunes.
Estaban talladas con sonrisas que parecían cobrar vida, sus ojos chispeantes reflejaban la luz lunar.
“Esto es increíble, Marco”, dijo Luna, con un tono de asombro en su voz. “¿Te imaginas si realmente pueden hablar?”
Marco, divertido pero nervioso, murmuró: “Quisiera que las calabazas hablaran… pero, ¿y si nos dicen que nos vayamos?”
De repente, una de las calabazas brilló más intensamente, y una voz suave y melodiosa emergió de ella: “No tengan miedo, pequeños. Somos las calabazas encantadas. Hemos estado esperando a unos valientes como ustedes.”
Los ojos de Luna se abrieron como platos mientras Marco, sorprendido, se preguntaba si realmente estaba escuchando bien. “Es verdad. Queremos compartirles un secreto”, continuó la calabaza luminoso. “Esta noche, los sueños se hacen realidad. Solo deben pedirlo con el corazón puro”.
“¿En serio?” dijeron al unísono, incapaces de ocultar su emoción.
Luna, sin pensarlo dos veces, cerró los ojos y deseó en voz alta: “Quiero que todos en el pueblo sean felices”. Marco, contagiado, deseó lo mismo.
En un instante, toda la atmósfera se iluminó con un resplandor dorado. “Su deseo llega al corazón de Valdemora”, dijo la calabaza, mientras otras comenzaban a brillar también.
En el aire flotaban risas y música, como si todo el pueblo se uniera a una celebración mágica.
Tal vez, solo tal vez, las calabazas encantadas eran capaces de hacer que el amor y la alegría invadieran los corazones de todos.
Al día siguiente, Valdemora amaneció con una fiesta improvisada: dulces, juegos y un picnic comunitario que celebraba el amor entre sus habitantes.
Marco y Luna miraban desde la colina, con una sonrisa indiscutible. “Nunca pensé que una noche de Halloween pudiera ser tan hermosa”, dijo Marco, orgulloso de su hermana.
“El amor es la verdadera magia”, sonrió Luna, mientras ambos se unían a la celebración.
Moraleja del cuento «La noche de las calabazas encantadas en Halloween»
Nuestra verdadera magia radica en el amor y los deseos desinteresados.
Compartamos lo que somos y lo que tenemos, y el mundo será un lugar colorido y lleno de alegría, como en la noche de Halloween.
Abraham Cuentacuentos.