La pequeña pollita que aprendió a volar con la ayuda de las mariposas mágicas

La pequeña pollita que aprendió a volar con la ayuda de las mariposas mágicas

La pequeña pollita que aprendió a volar con la ayuda de las mariposas mágicas

En una granja pintoresca, rodeada de campos verdes y colinas onduladas, nació una pequeña pollita llamada Clarita. Desde el momento en que abrió sus ojos por primera vez, su madre, Doña Clotilde, le susurró promesas de aventura y libertad. Clarita era esponjosa y dorada, con ojos brillantes y una curiosidad infinita.

Cada día en la granja traía nuevas maravillas. Clarita solía corretear junto a sus amigos, Pipo, el pollito travieso, y Margarita, la soñadora. Juntos exploraban cada rincón, desde el granero hasta el estanque de los patos. Sin embargo, había algo que distinguía a Clarita de sus compañeros: su deseo inquebrantable de alcanzar el cielo.

“¿Creéis que podré volar algún día?” preguntaba Clarita con sus ojitos llenos de ilusión. Pipo soltaba una risotada mientras picoteaba el suelo en busca de semillas, “¡Los pollos no vuelan, Clarita! No tienes más que ver a mamá y papá.” Sin embargo, Margarita, siempre perdida en sus propios pensamientos, le susurraba, “Todo es posible si uno lo desea con el corazón.”

Un día, mientras Clarita descansaba a la sombra de un gran roble, se fijó en un grupo de mariposas que danzaban en el aire. Fascinada por sus colores y su gracia, decidió seguirlas. Las mariposas la condujeron a un rincón del bosque que nunca había visto antes. Allí, un claro escondido brillaba bajo la luz del sol, y las mariposas parecían cantar con sus alas, llenando el aire con una melodía mágica.

De repente, una mariposa se alejó del grupo y se posó suavemente en el pico de Clarita. “Hola, pequeña pollita,” dijo la mariposa con una voz melodiosa, “me llamo Lila. He escuchado tus deseos de volar y quiero ayudarte.” Clarita, sorprendida y emocionada, apenas podía hablar. “¿De verdad podrías ayudarme a volar?”

Lila sonrió, “No será fácil y necesitarás creer en ti misma. Ven, déjame presentarte a mis hermanas.” Lila condujo a Clarita hasta donde las mariposas se reunían y comenzaron a susurrar secretos antiguos y bendiciones aladas.

Durante las siguientes semanas, Clarita siguió a las mariposas todos los días, practicando mientras escuchaba sus consejos. “Extiende tus alas con gracia,” le decía Lila, “y siente el viento como si te acariciara.” Aunque había momentos de duda y caídas dolorosas, Clarita se levantaba cada vez con más determinación.

Pipo y Margarita miraban con asombro, a veces preocupados, a veces esperanzados. “¿Y si no funciona?” preguntó Margarita un día, su voz llena de temor. Pipo respondió con una firmeza que no era típica de él, “Clarita no se rendirá. Si alguien puede hacerlo, es ella.”

Finalmente, llegó el día en que las mariposas decidieron que Clarita estaba lista. “Hoy es el día,” anunció Lila, “Vuela con nosotros hasta el cielo, pequeña.” Clarita respiró hondo, sus alas se extendieron y sintió una fuerza nueva y poderosa.

Con un vigor renovado y las bendiciones de las mariposas, Clarita corrió hacia los cielos. Los primeros momentos fueron titubeantes, pero pronto encontró el ritmo y comenzó a elevarse. Pipo y Margarita miraban asombrados desde el suelo mientras Clarita se alzaba en el aire como nunca antes.

“¡Mira!” gritó Margarita, “¡Está volando!” Pipo saltaba de emoción, siguiendo a Clarita con la vista hasta que pareció tocar el borde del cielo. Las mariposas rodeaban a Clarita, sus colores creando un arcoíris viviente a su alrededor. El mundo desde allí arriba era un espectáculo maravilloso, un mar de verdes, azules y dorados.

Cuando finalmente aterrizó suavemente de vuelta en la granja, la euforia era palpable. Su madre la abrazó con una combinación de asombro y orgullo, “¡Lo lograstes, mi pequeña! ¡Eres nuestra estrella!”

Desde ese día, Clarita se convirtió en una leyenda en la granja. Pipo y Margarita jamás dejaron de contar la historia de la pequeña pollita que había aprendido a volar con la ayuda de las mariposas mágicas. Clarita compartió su experiencia con otros pollitos, enseñándoles la importancia de seguir sus sueños, no importa lo imposibles que parezcan.

“El cielo es para todos,” decía a menudo, “siempre y cuando tengas el coraje de alcanzarlo.”

Y así, en esa pequeña granja llena de vida y color, creció una comunidad donde los sueños se cultivaban tan cuidadosamente como las semillas en el campo. Cada animal, ya fuera grande o pequeño, sabía que las limitaciones existían solo en su imaginación.

Clarita y sus amigos vivieron muchas más aventuras, siempre recordando la lección que habían aprendido: que con determinación y un corazón lleno de sueños, incluso lo imposible puede hacerse realidad. El cielo ya no era el límite, sino el horizonte de nuevas posibilidades.

Moraleja del cuento «La pequeña pollita que aprendió a volar con la ayuda de las mariposas mágicas»

No debemos permitir que las limitaciones y expectativas de otros definan lo que somos capaces de lograr. Incluso cuando algo parece imposible, con esfuerzo, fe en uno mismo y un poco de ayuda de amigos inesperados, podemos alcanzar alturas inimaginables. Los sueños son las alas que nos llevan más allá de lo que creemos posible.

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