La princesa Luna y el pirata
Érase una vez una princesa llamada Luna, que vivía en un reino muy rico y próspero, pero también muy aburrido y monótono.
La princesa Luna estaba cansada de la vida de palacio, de las fiestas, los vestidos y los pretendientes.
Ella soñaba con viajar por el mundo, conocer otras culturas y vivir aventuras.
Un día, su padre, el rey, le anunció que tenía que casarse con el príncipe de un reino vecino, para sellar una alianza política.
La princesa Luna se negó rotundamente, y le dijo a su padre que no quería casarse con nadie, que quería ser libre y feliz.
El rey se enfadó mucho, y le dijo que no tenía opción, que era su deber como princesa obedecerle y cumplir con su destino.
Le dijo que el príncipe vendría a buscarla al día siguiente, y que se preparara para la boda.
La princesa Luna se sintió muy triste y atrapada.
No quería resignarse a una vida que no le gustaba, ni a un matrimonio sin amor.
Así que decidió escapar del castillo esa misma noche, y buscar su propia felicidad.
La princesa Luna se vistió con ropa sencilla, cogió una bolsa con algunas monedas y joyas, y salió por una ventana secreta que daba al jardín.
Allí se encontró con su fiel caballo, Blanco, que la esperaba impaciente.
La princesa Luna montó en Blanco, y juntos se alejaron del castillo.
La princesa Luna cabalgó toda la noche, hasta llegar a la costa.
Allí vio un puerto lleno de barcos de todo tipo y tamaño.
Se acercó a uno de ellos, que le llamó la atención por su aspecto elegante y colorido.
Era un barco pirata, aunque ella no lo sabía.
La princesa Luna se subió al barco sin que nadie la viera, y se escondió en una de las bodegas.
Pensó que podría viajar en él sin ser descubierta, y así conocer otros lugares y gentes.
Pero lo que no sabía era que el barco pertenecía al pirata más famoso y temido de los siete mares: el capitán Garfio.
El capitán Garfio era un hombre joven y apuesto, pero también cruel y despiadado.
Le gustaba saquear otros barcos, robar tesoros y hacer prisioneros.
Al día siguiente, el capitán Garfio ordenó zarpar hacia una isla donde había enterrado parte de su botín.
Mientras navegaba por el mar, oyó un ruido extraño en la bodega.
Fue a investigar, y se encontró con la princesa Luna.
La princesa Luna se asustó al ver al pirata, y trató de escapar.
Pero el capitán Garfio la atrapó con facilidad, y le preguntó quién era y qué hacía en su barco.
La princesa Luna se inventó una historia falsa.
Le dijo que se llamaba Lila, que era una huérfana sin familia ni hogar, y que había subido al barco buscando un lugar donde vivir.
El capitán Garfio no le creyó ni una palabra.
Vio que llevaba una bolsa con monedas y joyas, y dedujo que era una ladrona o una espía.
Le dijo que iba a castigarla por haberse colado en su barco sin permiso. Le dijo que la haría caminar por la plancha.
La princesa Luna se puso muy nerviosa, y le suplicó al pirata que la perdonara.
Le dijo que no era ninguna ladrona ni espía, sino una princesa fugitiva.
Le contó toda la verdad sobre su vida y sus sueños.
El capitán Garfio se quedó sorprendido al oír la historia de la princesa Luna.
No podía creer que fuera tan valiente e independiente como para escapar de su destino.
Se sintió intrigado y atraído por ella.
- ¿Así que eres una princesa? – le preguntó.
- Sí, lo soy – respondió la princesa Luna.
- ¿Y qué quieres hacer con tu vida? – le inquirió el pirata.
- Quiero viajar por el mundo, conocer otras culturas y vivir aventuras – dijo la princesa Luna.
- ¿Como yo? – preguntó el capitán Garfio.
- Sí, como tú – admitió la princesa Luna.
El capitán Garfio sonrió, y le dijo a la princesa Luna que le gustaba su espíritu aventurero.
Le dijo que no la haría caminar por la plancha, sino que le ofrecía un trato. Le dijo que podía quedarse en su barco, y viajar con él por los siete mares.
Le dijo que le enseñaría todo lo que sabía sobre el arte de la piratería, y que juntos vivirían muchas aventuras.
La princesa Luna se quedó pensativa.
Por un lado, le tentaba la oferta del pirata. Por otro lado, le asustaba la idea de convertirse en una forajida. No sabía qué hacer.
- ¿Qué me dices? – le preguntó el capitán Garfio.
- ¿Y qué hay de ti? – le preguntó la princesa Luna.
- ¿Qué quieres saber de mí? – le preguntó el pirata.
- ¿Por qué eres pirata? ¿Qué te llevó a elegir esta vida? – le preguntó la princesa Luna.
El capitán Garfio se quedó callado.
Luego suspiró, y le contó su historia. Le dijo que él también había sido un príncipe, hijo de un rey justo y bueno.
Pero que un día, su reino fue atacado por un tirano malvado, que mató a su padre y a su madre, y lo hizo prisionero.
Le dijo que pasó años encerrado en una mazmorra, sufriendo torturas y humillaciones.
Le dijo que un día logró escapar, y se juró vengarse de su enemigo.
Le dijo que se convirtió en pirata para reunir una flota y un ejército, y así poder recuperar su trono y su honor.
La princesa Luna se quedó conmovida al oír la historia del capitán Garfio.
Se dio cuenta de que él también había sufrido mucho, y de que tenía una razón para ser como era.
Se sintió comprensiva y solidaria con él.
- Lo siento mucho… no sabía que habías pasado por todo eso… – le dijo.
- No te preocupes… ya no me duele… he aprendido a vivir con ello… – le dijo el pirata.
- ¿Y no has pensado en dejar la piratería y buscar la paz? – le preguntó la princesa Luna.
- No… la piratería es mi vida… es lo único que me hace sentir vivo… – le dijo el capitán Garfio.
- ¿Y no has conocido el amor? – le preguntó la princesa Luna.
- No… el amor es una debilidad… solo trae problemas… – le dijo el pirata.
La princesa Luna se quedó pensativa.
Se dio cuenta de que el capitán Garfio era un hombre solitario y amargado, que solo vivía para la venganza y la aventura.
Se preguntó si podría cambiarlo, si podría hacerlo sentir algo más.
- ¿Qué me dices? – insistió el capitán Garfio.
La princesa Luna tomó una decisión.
Aceptó el trato del pirata.
Le dijo que se quedaría en su barco, y viajaría con él por los siete mares.
Le dijo que quería aprender todo lo que él pudiera enseñarle, y que juntos vivirían muchas aventuras.
El capitán Garfio se alegró mucho, y le dio la bienvenida a su tripulación.
Le dijo que a partir de ese momento, sería su compañera y su aliada. Le dijo que juntos conquistarían el mundo.
Y así fue como la princesa y el pirata se embarcaron en una vida llena de peligros y emociones, de saqueos y batallas, de tesoros y secretos.
Pero también fue como empezaron a conocerse mejor, a confiar el uno en el otro, a respetarse y a admirarse.
Y poco a poco, sin darse cuenta, empezaron a sentir algo más.
El capitán Garfio descubrió que la princesa Luna era una mujer valiente, inteligente y divertida, que le hacía reír y disfrutar de las cosas simples.
Se dio cuenta de que ella le hacía sentir cosas que nunca había sentido antes, como ternura y cariño.
Se preguntó si eso era el amor.
La princesa Luna descubrió que el capitán Garfio era un hombre noble y leal, que tenía un corazón bueno y generoso bajo su fachada de pirata.
Se dio cuenta de que él le hacía sentir cosas que nunca había sentido antes, como pasión y admiración.
Se preguntó si eso era el amor.
Un día, el capitán Garfio le confesó a la princesa Luna lo que sentía por ella.
Le dijo que la amaba con toda su alma, y que quería estar con ella para siempre.
Le dijo que estaba dispuesto a dejar la piratería y buscar la paz, si ella se quedaba a su lado.
La princesa Luna le respondió que ella también lo amaba con todo su corazón, y que quería estar con él para siempre. Le dijo que estaba dispuesta a seguirlo a donde fuera, si él la hacía feliz.
El capitán Garfio y la princesa Luna se besaron con pasión, y sellaron su amor.
Luego decidieron abandonar el barco pirata, y buscar un lugar donde vivir en paz. Le dieron el barco y el tesoro a su tripulación, que los despidió con alegría y gratitud.
Luego tomaron otro barco, más pequeño y discreto, y se dirigieron hacia una isla paradisíaca, donde nadie los conociera ni los molestara.
Y así fue como la princesa y el pirata se convirtieron en los amantes más felices del mundo, y cómo el amor cambió sus vidas.
Moraleja: El amor puede nacer entre los seres más opuestos, si hay atracción y comprensión. El amor puede cambiar a las personas, si hay voluntad y sinceridad.
Abraham Cuentacuentos.