La verdadera alegría de la Navidad
Érase una vez, en un lugar muy lejano, la Navidad era una fiesta muy triste.
Nadie la celebraba, nadie decoraba sus casas, y nadie se reunía con sus seres queridos.
La Navidad se sentía muy sola y desolada, y esto la entristecía profundamente.
Un día, la Navidad decidió que no podía seguir así, que tenía que hacer algo para cambiar su situación.
Así que, decidió salir de su casa y recorrer el mundo para ver si podía encontrar a alguien que quisiera celebrarla.
Fue caminando por calles y plazas, pueblos y ciudades, pero nadie parecía interesado en ella.
La Navidad estaba triste y desesperada, cuando de repente, escuchó una risa muy fuerte.
Al principio se asustó, pero luego se dio cuenta de que venía de una pequeña casa.
La Navidad se acercó y miró por la ventana.
Dentro de la casa, un grupo de niños estaban jugando y riendo, y había un árbol decorado con luces y adornos.
La Navidad se sintió muy feliz al ver esto, y decidió entrar en la casa.
«¿Qué estás haciendo aquí?» preguntó uno de los niños.
«Estoy buscando a alguien que quiera celebrarme», respondió la Navidad.
«¡Nosotros queremos celebrarte!» dijo otro niño emocionado.
Así que, la Navidad se quedó en esa casa y celebró con los niños.
Jugaron, cantaron villancicos, comieron dulces y contaron historias.
La Navidad estaba muy contenta y agradecida por haber encontrado a alguien que quisiera celebrarla.
Pero, al día siguiente, la Navidad sintió que tenía que seguir su camino y seguir buscando a más personas que quisieran celebrarla.
Así que, se despidió de los niños y continuó su camino.
La Navidad visitó muchos lugares, pero encontró que la mayoría de la gente estaba muy ocupada con sus vidas y no tenían tiempo para celebrarla.
La Navidad se sentía muy triste y sola otra vez.
Pero, un día, la Navidad encontró a una anciana muy amable que vivía en una pequeña casa en el bosque.
La anciana estaba muy feliz de ver a la Navidad y la invitó a su casa para tomar té y galletas.
Mientras estaban sentadas juntas, la anciana le dijo a la Navidad: «La verdadera celebración de la Navidad no está en los regalos o la comida, sino en el amor y la amistad que compartimos con los demás. Siempre habrá alguien que quiera celebrarte, siempre y cuando tengas un corazón abierto y estés dispuesta a compartir tu amor y tu felicidad».
La Navidad se sintió muy agradecida por las palabras de la anciana, y entendió que la verdadera celebración de la Navidad no está en los regalos ni en las cosas materiales, sino en el amor y la amistad que compartimos con los demás.
Desde ese día, la Navidad no se sintió sola ni triste nunca más.
Encontró a muchas personas que quisieron celebrarla, y todos se reunieron juntos para compartir su amor y su alegría.
Y así, la Navidad aprendió que la verdadera alegría y la felicidad no se encuentran en los regalos materiales, sino en el amor y la bondad que compartimos con los demás.
Cada año, la Navidad regresaba a visitar a la familia de Ana, pero esta vez, venía acompañada por personas necesitadas a quienes la familia abría sus puertas y corazones.
Juntos, compartían comidas deliciosas, canciones navideñas y momentos llenos de risas y alegría.
Los vecinos se dieron cuenta del cambio que se estaba produciendo en la familia de Ana y se sintieron inspirados a seguir su ejemplo.
Pronto, la alegría de la Navidad se extendió por toda la ciudad y la gente comenzó a ser más generosa y bondadosa, haciendo todo lo posible por ayudar a aquellos que lo necesitaban.
Y así, la Navidad se convirtió en una época de compartir, de dar y de amor.
Y aunque las luces y los adornos desaparecían después de las fiestas, la verdadera esencia de la Navidad permanecía en los corazones de la gente, iluminando sus vidas durante todo el año.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Moraleja del cuento «La verdadera alegría de la Navidad»
Moraleja: La verdadera alegría de la Navidad se encuentra en el amor y la bondad que compartimos con los demás, no en los regalos materiales.
¡Feliz Navidad!
Abraham Cuentacuentos.