Los zombies de la fiesta de disfraces por Halloween

Los zombies de la fiesta de disfraces por Halloween

Los zombies de la fiesta de disfraces por Halloween

Era la noche de Halloween y el pueblo de Villa Espectro parecía sacado de un cuento de horror: las linternas de calabaza iluminaban los callejones con luces parpadeantes, y la brisa suave traía consigo un susurro que prometía sorpresas. En la esquina de la plaza, se alzaba la antigua mansión del deshollinador, conocida por ser el lugar más enigmático del pueblo. Eso era exactamente lo que Leo y Clara buscaban.

“¿Estás seguro de que es aquí?”, preguntó Clara, ajustándose su disfraz de vampireza. Su largo vestido negro ondeaba como un oscuro reflejo de su ansiedad. La flecha de su corazón oscilaba entre la emoción y el miedo.

Leo, disfrazado de zombie –con su cara pintada de un gris pálido y mechones oscuros que colgaban por su frente– sonrió con confianza. “¡Vamos! Esto será legendario. ¡Imagínate el susto que les daremos a todos!”.

Cruzaron el umbral de la mansión, donde un aire helado envolvía cada rincón. Crujidos resonaban bajo sus pies y sombras danzantes parecían jugar en las esquinas. La decoración espeluznante, con telarañas y esqueletos de plástico, adornaba el vestíbulo como una invitación a lo desconocido.

“¿Qué fue eso?”, preguntó Clara, al escuchar un ruido detrás de una puerta cubierta de polvo. Leo se acercó, moviendo los dedos con nerviosismo. “¿Te imaginas que sea un verdadero zombie?”, bromeó.

Antes de que Clara pudiera responder, la puerta se abrió de golpe, revelando a un grupo de amigos disfrazados, entre risas. “¡Sorpresa!”, gritaron, mientras los confetis de papel volaban por el aire. Entre ellos estaba Juan, con su disfraz de fantasma que había hecho su abuela, y Sofía, que lucía un disfraz de momia hecho con sábanas viejas.

Ante la confusión de haber sido “atacados” por zombies amistosos, la tensión se disipó rápidamente. “Pensábamos que no vendrías”, dijo Juan, abrazando a Clara con entusiasmo. “¡Pensamos que te habías convertido en un verdadero vampiro y que no podías salir de casa!”.

Rieron y celebraron, con juegos de Halloween como “La búsqueda de dulces encantados” y la aterradora “Silla Música Fantasmal”. En cada ronda, los gritos de alegría se entrelazaban con los alaridos de fake horror; la atmósfera se carregaba de camaradería.

Al final de la noche, cuando las estrellas brillaban como testigos cómplices de aquella travesura, decidieron compartir historias de miedo. “Mi abuela asegura que el deshollinador tiene un zombie en su sótano”, dijo Clara de manera burlona. “Pero en realidad, yo creo que solo es un experto en disfraces, ¿no creen?”. Todos rieron.

La noche culminó con risas y confetti mientras caminaban juntos hacia la plaza. El miedo, que una vez los había rodeado, fue reemplazado por la alegría de estar juntos. Cuando se despidieron bajo la luz titilante de las linternas, una nueva tradición había nacido.

Moraleja del cuento “Los zombies de la fiesta de disfraces por Halloween”

A veces, los verdaderos monstruos que tememos son solo ilusiones. Lo importante es rodearnos de amigos que hagan brillar nuestra verdadera luz, incluso en la noche más oscura.

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