El bosque prohibido y la leyenda de las sombras que devoran almas

Breve resumen de la historia:

El bosque prohibido y la leyenda de las sombras que devoran almas Una densa niebla cubría el camino de piedras sueltas que conducía al corazón del bosque. Las ramas secas y retorcidas de los árboles parecían extenderse como garras ansiosas de atrapar cualquier alma incauta que se adentrase demasiado. Este era el Bosque Prohibido, un…

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El bosque prohibido y la leyenda de las sombras que devoran almas

El bosque prohibido y la leyenda de las sombras que devoran almas

Una densa niebla cubría el camino de piedras sueltas que conducía al corazón del bosque. Las ramas secas y retorcidas de los árboles parecían extenderse como garras ansiosas de atrapar cualquier alma incauta que se adentrase demasiado. Este era el Bosque Prohibido, un lugar que nadie osaba ingresar desde hacía décadas debido a las historias ancestrales que narraban terribles sucesos.

Pablo, un joven de unos treinta años con abundante cabello negro y ojos oscuros como la noche, se encontraba en el lecho del hospital mirando absorto por la ventana. Su vida había dado un giro inesperado cuando su padre, un arqueólogo respetado, desapareció hace diez años en ese mismo bosque. La razón por la que Pablo y su pandilla de amigos habían decidido aventurarse al Bosque Prohibido no era solo por curiosidad, sino porque querían desentrañar el misterio que envolvía la desaparición de su progenitor.

“¿Estás seguro de esto, Pablo?” preguntó Ana, una joven de tímidos ojos verdes, cabello castaño claro y con una mezcla de nerviosismo y valentía en su voz. Ella siempre había sido cautelosa, pero nunca abandonaría a su amigo en esta misión.

“Sí, Ana. Es algo que debo hacer. No puedo seguir viviendo sin saber qué ocurrió con mi padre” respondió Pablo con determinación en su tono y un brillo decidido en la mirada.

Junto a ellos, estaban Jorge y Elena. Jorge era el típico amigo bromista pero leal, con sus mechones rubios y una sonrisa eterna en el rostro. Elena, por otro lado, era la intelectual del grupo; una mujer de apariencia delicada pero con un espíritu fuerte y decidido. Juntos, formaban el equipo perfecto para lo que iba a ser una peligrosa travesía.

Se adentraron en el bosque una mañana nublada, siguiendo un mapa antiguo que el padre de Pablo había dejado atrás. Apenas habían pasado unos minutos cuando la atmósfera cambió drásticamente; el aire se hizo más pesado y las sombras parecían moverse a su alrededor. El crujido de las hojas bajo sus pies parecía amplificarse, creando una sinfonía aterradora que resonaba en sus corazones.

“Esto no me gusta nada” murmuró Jorge, intentando mantener la compostura mientras bromeaba. “Seguro que solo es un paseo por el parque…”

“Silencio” interrumpió Elena, notando algo extraño en el ambiente. “¿Escucháis eso?”

Un murmullo distante, casi imperceptible, podía oírse entre el silbido del viento. Eran voces, susurros inaudibles que parecían provenir de todas direcciones. Su corazón latía con fuerza mientras avanzaban, y pronto llegaron a un claro donde encontraron una cabaña antigua y desvencijada, cubierta de enredaderas y musgo.

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“Mi padre mencionó esta cabaña en sus notas…” dijo Pablo, su voz temblando ligeramente. “Debemos entrar.”

La puerta crujió ominosamente cuando Pablo empujó, revelando un interior sombrío y polvoriento. Objetos antiguos, cuadernos y artefactos llenaban el lugar. En el centro, sobre una mesa de madera, había un diario con una cubierta de cuero gastada. Pablo lo abrió con manos temblorosas y comenzó a leer las últimas anotaciones de su padre.

Mientras Pablo leía en voz alta, el grupo descubrió que su padre había estado investigando antiguas leyendas sobre espíritus oscuros que devoraban almas. Los ojos de Pablo se agrandaron al llegar a la última página, que advertía sobre una fuerza malévola que debía ser detenida a toda costa.

“Necesitamos encontrar la entrada a las catacumbas que menciona mi padre. Deben estar cerca” dijo Pablo, decidido a seguir adelante.

Después de horas de búsqueda, encontraron una trampilla oculta bajo la alfombra en la cabaña. La apertura les condujo a un túnel subterráneo, frío y oscuro. La sensación de ser observados no les abandonaba mientras descendían.

“No me gusta esto, pero es la única manera de encontrar respuestas” dijo Ana, intentando sonar más valiente de lo que se sentía.

La antorcha de Jorge iluminaba las paredes cubiertas de símbolos antiguos y runas. Los pasadizos parecían interminables, hasta que finalmente llegaron a una vasta cámara iluminada por una luz espectral. En el centro, una sombra enorme y amorfa les esperaba, susurrando palabras que ningún humano podía comprender.

“¡Atrás!” gritó Elena, levantando un talismán que había encontrado entre los objetos de la cabaña. La sombra retrocedió, e inmediatamente lanzaron los polvos de sal que Pablo había encontrado en el diario de su padre.

Un grito ensordecedor llenó la cámara mientras la sombra se desvanecía gradualmente, dejando atrás una calma inquietante. En el suelo, brillaba una pequeña cristalina que recogieron con cuidado. “Este era el origen de todo” dijo Elena, observando el cristal.

Cuando emergieron del túnel con la piedra en mano, el bosque pareció cobrar vida. Las sombras que antes los acechaban se desvanecieron y un rayo de sol atravesó las copas de los árboles. Pablo cerró los ojos y una sensación de paz lo invadió.

De regreso a la cabaña, encontraron un cofre pequeño con documentos y recuerdos del padre de Pablo. Entre ellos, una carta escrita a mano que decía: “Si encuentras esto, habrás salvado a todos los que nos encontramos atrapados por estas sombras”.

Lágrimas de alivio corrieron por las mejillas de Pablo mientras abrazaba a sus amigos. El misterio de la desaparición de su padre estaba resuelto, y las almas atrapadas por las sombras ahora descansaban en paz.

“Lo hicimos juntos” dijo Jorge, sonriendo con su habitual humor. “Ahora podemos contar esta historia, ¡eso sí, con alguna que otra exageración!”

El grupo, con el espíritu renovado, regresó a casa. Sabían que habían enfrentado al verdadero horror, y habían emergido más fuertes y unidos que nunca. El Bosque Prohibido ya no sería un lugar temido en sus corazones, sino un recordatorio de su valentía y amistad.

Moraleja del cuento «El bosque prohibido y la leyenda de las sombras que devoran almas»

El valor y la amistad pueden superar incluso los miedos más oscuros y profundos. Cuando enfrentamos nuestros terrores con la ayuda de quienes amamos, descubrimos que no hay sombra que pueda devorar nuestras almas si permanecemos unidos.

2/5 – (1 voto)

Espero que estés disfrutando de mis cuentos.