El diario perdido en el bosque prohibido y revelaciones de un culto antiguo y su legado maligno
Las primeras sombras de la noche ya se difuminaban entre los 谩rboles ancianos del bosque prohibido, mientras Clarisa y su hermano menor, Gabriel, apretaban el paso a lo largo del polvoriento sendero de tierra.
La joven, de cabellos casta帽os y ojos curiosos, siempre hab铆a sentido una fascinaci贸n por las historias que envolv铆an aquel lugar, cuentos de desventurados caminantes y leyendas de secretos ocultos.
Gabriel, por su parte, era m谩s reacio a las aventuras, pero su admiraci贸n hacia su audaz hermana lo empujaba a seguirla, incluso a trav茅s de la espesura inquietante del bosque.
芦Clarisa, 驴realmente crees que encontraremos algo m谩s que maleza y piedras?禄 pregunt贸 el joven, cuestionando la b煤squeda de un antiguo diario que seg煤n rumores, yac铆a oculto en alguna parte del bosque. 芦A煤n podemos regresar禄.
芦No, Gabriel. Este diario podr铆a ser el descubrimiento del siglo, el legado de un culto olvidado禄, respondi贸 Clarisa con determinaci贸n, su voz era la mezcla perfecta de valor y una pizca de miedo, el mismo que aleteaba en su pecho con cada paso que daban hacia lo desconocido.
El viento comenzaba a soplar, llevando consigo susurros que parec铆an formar palabras, o quiz谩s advertencias.
El cielo, antes te帽ido de colores crepusculares, ahora era un lienzo negro perforado por estrellas distantes. Una luna creciente les observaba desde lo alto, como un ojo silencioso testigo de su intr茅pida empresa.
Al adentrarse m谩s, encontraron una caba帽a que hab铆a cedido ante el tiempo y la naturaleza, sus paredes resquebrajadas, y la puerta, desprendida y ajada, se mec铆a lentamente con el vaiv茅n del viento.
Era un umbral a otro mundo, y Clarisa, respirando hondo, tom贸 la l谩mpara de aceite y cruz贸 el dintel. Gabriel la sigui贸, aunque su coraz贸n lat铆a con la fuerza de mil tambores en su pecho.
Dentro, lo que alguna vez fue un hogar, ahora era un relicario del abandono.
En el suelo, cubierto de polvo y hojas secas, yac铆a un diario de tapas de cuero, cuyos bordes parec铆an haber sido ro铆dos por el tiempo.
芦Es este, tiene que serlo禄, murmur贸 Clarisa, sus dedos temblaban al pasar las p谩ginas llenas de escritura indescifrable y dibujos perturbadores.
S铆mbolos arcanos, textos en una lengua extra帽a y dibujos de rituales oscuros llenaban sus hojas.
Clarisa sinti贸 un escalofr铆o al pasar la p谩gina y encontrar un retrato a tinta del bosque mismo, mostrando un altar de piedras en su coraz贸n.
芦Gabriel, esto es una gu铆a, un mapa. Nos est谩 mostrando el camino hacia algo… algo m谩s禄, dijo con emoci贸n y renacida curiosidad.
La determinaci贸n de Clarisa arrastr贸 a Gabriel m谩s all谩 de la raz贸n. Siguiendo las indicaciones del diario, los pasos de los hermanos pronto resonaron sobre el suelo p茅treo que marcaba un antiguo camino oculto.
La bruma que se cern铆a espesa entre los 谩rboles dificultaba la visi贸n, pero guiados por el miedo y la promesa de un secreto revelado, continuaron.
M谩s all谩, el bosque les revel贸 su coraz贸n en forma de un claro iluminado por la luna.
En el centro, un conjunto de piedras se alzaba en formaci贸n de ritual, y en la m谩s grande, la imagen de un ojo tallado observaba con una inquietante quietud.
芦El altar del diario禄, susurr贸 Gabriel, sintiendo c贸mo el legado del culto parec铆a cobrar vida en la noche que les envolv铆a.
Justo cuando Clarisa se dispuso a inspeccionar el altar, una figura encapuchada emergi贸 de la oscuridad del bosque.
芦Intrusos禄, dijo con una voz que parec铆a un susurro arrastrado por el viento. Los hermanos, paralizados por la sorpresa, observaron c贸mo m谩s figuras similares se reun铆an alrededor del claro.
Un miedo visceral se apoder贸 de ellos, aquel que advierte del peligro inminente. Gabriel, superando el terror, logr贸 decir, 芦No queremos perturbar… solo busc谩bamos…禄, pero fue interrumpido por el encapuchado que se acerc贸, extendiendo una mano huesuda donde yac铆a, sorprendentemente, otro diario, id茅ntico al que Clarisa sosten铆a.
La figura habl贸 nuevamente, 芦El conocimiento es un sendero que pocos se atreven a recorrer, pero una vez desvelado, el camino no se puede abandonar禄.
A rega帽adientes, sopesando el peso de sus palabras, los hermanos aceptaron el segundo diario, que parec铆a ser la contraparte necesaria del primero.
Unidos, los diarios revelaron una nueva verdad, una magia antigua que hab铆an guardado los miembros del culto para proteger, no para maldecir.
La noche se desvanec铆a suavemente, dando paso a los primeros rayos del alba que se filtraban entre las hojas.
Gabriel y Clarisa, de la mano, se encontraron solos una vez m谩s, sin rastro de las figuras que les hab铆an entregado el segundo diario.
Descubrieron en sus p谩ginas no solo rituales, sino tambi茅n antiguas ense帽anzas de curaci贸n y protecci贸n, un legado que buscaban transmitir a aquellos valientes o locos suficientes para aventurarse en el bosque prohibido.
Mientras el sol ascend铆a, los hermanos emprendieron el regreso a su aldea, con la promesa de usar los secretos encontrados para ayudar a los suyos.
El bosque, transform谩ndose con la luz, parec铆a despedirlos con un susurro de hojas que sonaba como agradecimiento.
Moraleja del cuento El diario perdido en el bosque prohibido y revelaciones de un culto antiguo y su legado maligno
En la traves铆a por desentra帽ar lo desconocido, a menudo nos guiamos por el miedo a encontrar lo oculto o mal茅volo.
Pero, como mostraron los pasos de Clarisa y Gabriel, la valent铆a de enfrentar nuestras sombras puede llevarnos a descubrir que, en el coraz贸n de los terrores m谩s antiguos y profundos, a menudo reside un conocimiento ancestral que busca proteger y sanar.
As铆 pues, una historia de miedo se convierte en una lecci贸n; las tinieblas pueden ocultar luces que solo los valientes podr谩n revelar y hacer brillar para el bien com煤n.
Abraham Cuentacuentos.