Cuento de Navidad: El reloj que retrocedió en año nuevo

Dibujo de una pequeña torre con un gran reloj en la plaza de un pueblo nevado en Navidad.

El reloj que retrocedió en año nuevo

En lo alto de una colina nevada, el viento danzaba entre las agujas de un reloj de torre que se alzaba orgulloso en el centro del pintoresco pueblo de Valdeverde.

Este no era un reloj cualquiera; sus manecillas guardaban cuentos de tiempo y sus campanadas resonaban con ecos de magia.

Era la víspera de año nuevo y sus habitantes se preparaban para la noche más larga y estrellada del año.

Federico, el relojero, acariciaba con veneración los engranajes del antiguo instrumento.

Era un hombre delgado, ojos aguamarina y cabello blanco como la cima de las montañas que lo rodeaban.

Su semblante serio ocultaba un corazón blando como mazapán, especialmente tierno por estas fechas.

—Este año, el reloj tiene que sonar a la perfección, es un símbolo de esperanza para Valdeverde —comentó a Matilde, su fiel aprendiza, quien anhelaba con devoción convertirse en maestra de relojes.

Matilde asintió con determinación.

Sus rizos castaños se entremezclaban con su bufanda escarlata mientras sus ojos marrones destilaban concentración y admiración hacia su mentor.

Justo cuando la penumbra empezaba a cobijar las calles, un extraño incidente sacudió la tranquilidad del lugar.

Al dar las seis, las manecillas del reloj hicieron un inesperado retroceso, como engullidas por un tiempo pasado.

Federico y Matilde, junto a una multitud de aldeanos curiosos, observaron atónitos el fenómeno.

Victoria, la panadera, mujer rechoncha y risueña, fue la primera en romper el silencio.

—¡Por las estrellas de la corona de Navidad! ¿Qué será de la medianoche si el gran reloj de Valdeverde no marca sus doce campanadas? —exclamó con voz agitada.

Al unísono, diversos personajes de la villa expresaron su consternación.

Entre ellos, estaba Nicolás, el bibliotecario, cuyos lentes resbalaban inquietos por la punta de su nariz afilada mientras hojeaba mentalmente cada historia leída que hablaba sobre el tiempo.

—Tengo la sensación de que no estamos ante un suceso ordinario —confesó Nicolás.

Las horas transcurrían y el pueblo, sumido en un creciente murmullo, buscaba explicaciones.

Mientras tanto, Federico y Matilde trabajaban contra reloj tratando de resolver el enigma.

Los engranajes parecían en perfecto estado, la maquinaria funcionaba, sin embargo, las manecillas se negaban a avanzar y el reloj solo contaba hacia atrás.

Cuando la medianoche se acercaba, con un reloj que insistía en retroceder, algo extraordinario sucedió.

Un curioso personaje, envuelto en un abrigo largo y oscuro, y un sombrero que parecía tragarse los secretos del universo, se acercó a Federico y al oído le susurró unas extrañas palabras.

—El tiempo refleja el corazón de los hombres. Para avanzar, primero deben reconciliarse con el pasado —dijo con voz grave y pausada.

El forastero desapareció tan rápido como apareció, dejando un halo de misterio.

Federico, Matilde y una selección de aldeanos reflexionaron sobre las palabras del misterioso hombre.

Victoria pensó en el pan que no vendió al mendigo, Nicolás en los libros que negó por estar desgastados, y así, cada quien meditó sobre sus arrepentimientos.

Empezaron a compartir sus historias, a pedir perdón, a redimir los errores del pasado.

Cada acción, cada confesión, cada abrazo y lágrima parecía dar energía al viejo reloj.

Increíblemente, a medida que los habitantes de Valdeverde se reconciliaban con su pasado, las manecillas comenzaron a girar hacia adelante.

El momento de la verdad llegó.

En un ambiente de unión y reconciliación, los villanos, con los ojos fijos en el reloj, esperaron la última campanada del año.

Federico y Matilde se dieron la mano, y con un último empujón de esperanza, las manecillas marcaron la medianoche.

Las campanadas sonaron claras y vibrantes, llenas de nuevas promesas.

La magia del reloj de Valdeverde había obrado un milagro, y con cada golpe, borró las amarguras y rencillas del año que terminaba.

El reloj que retrocedió en año nuevo trajo más que tiempo: trajo una segunda oportunidad.

Valdeverde celebró con alegría y se llenó de resoluciones nobles para el año que nacía.

Federico sonrió, sabiendo que la magia verdadera estaba en los corazones dispuestos a cambiar.

Y Matilde, con la certeza de haber aprendido la lección más valiosa de su vida, prometió ser no solo una relojera de tiempo, sino una guardiana de segundos llenos de perdón y nuevos comienzos.

Moraleja del cuento El reloj que retrocedió en año nuevo

El tiempo no solo se mide en momentos, sino en oportunidades.

El reloj de Valdeverde enseña que para poder avanzar hacia el futuro, primero hay que hacer las paces con el pasado.

La medianoche no solo marca un nuevo día, sino también una ocasión para el perdón y el renacer de las esperanzas.

Abraham Cuentacuentos.

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