La Aventura de la Pelota Roja
Había una vez una pequeña pelota roja, brillante como una manzana madura, que se llamaba Rosita.
Rosita vivía feliz en la caja de juguetes de Clara, una niña que la adoraba.
Cada día, Clara y Rosita jugaban sin parar: la lanzaba, la hacía rebotar y juntas reían hasta no poder más.
Pero un día, ¡ups! Rosita rebotó tan alto que salió volando por la ventana.
—¡Rosita, vuelve! —gritó Clara, pero Rosita ya rodaba calle abajo.
Por un momento, Rosita se sintió triste al ver que Clara se quedaba atrás.
Pero entonces, se dio cuenta de que comenzaba ¡una gran aventura!
Primero, Rosita rodó hasta el parque.
Allí, se encontró con Max, un cachorrito curioso que meneaba la cola.
—¡Hola, Max! —dijo Rosita—. Estoy buscando el camino de regreso a casa de Clara. ¿Quieres ayudarme?
Max ladró emocionado y dijo:
—¡Claro, Rosita! ¡Sigamos rodando!
Rodaron y rodaron hasta que el parque quedó atrás y llegaron a un bosque frondoso.
Allí encontraron a un búho sabio llamado Oliver, quien observaba desde lo alto de un árbol.
—¿A dónde van tan rápido? —preguntó Oliver.
—Buscamos la casa de Clara —contestó Rosita—. ¿Podrías guiarnos?
Oliver, con sus grandes alas y su voz profunda, asintió.
—Conozco cada rincón de este bosque. ¡Síganme!
Y así, Rosita, Max y Oliver cruzaron el bosque, esquivando ramas y saltando sobre piedritas.
Pronto, llegaron a un lago reluciente como un espejo.
En el lago había un pato alegre llamado Pedro, que nadaba de un lado a otro.
—¿A dónde van tan divertidos? —cuac-cuac— preguntó Pedro, curioso.
—Queremos llevar a Rosita de vuelta a casa de Clara —explicó Max.
Pedro aplaudió con sus alitas.
—¡Yo también ayudaré!
Y así, los cuatro amigos se embarcaron en la última parte de su aventura.
Rodaron y saltaron hasta llegar a una casita que parecía… ¡sí, era la casa de Clara!
—¡Es mi casa! —gritó Rosita feliz—. ¡Hemos llegado!
Todos los amigos saltaron de alegría, y Max tomó a Rosita con cuidado para que Clara la pudiera ver.
Cuando Clara abrió la puerta, ¡ahí estaba su pelota roja!
—¡Rosita! —dijo Clara, abrazándola fuerte.
Y así, Rosita volvió a casa, pero no sin antes vivir una gran aventura que nunca olvidaría, junto a sus nuevos amigos: Max, Oliver y Pedro.
Desde ese día, cada vez que Clara lanzaba a Rosita, ella recordaba lo divertido que era explorar el mundo.
Colorín, colorado, ¡esta gran aventura ha comenzado!
Moraleja de este cuento corto sobre una pelota
A veces, para volver a casa y encontrar lo que más queremos, necesitamos vivir aventuras, conocer nuevos amigos y aprender que nunca estamos solos cuando tenemos un buen corazón.
Abraham Cuentacuentos.