Cuento: Las aventuras del primer baile de graduación

Adrián, un chico tímido y amante de los libros, nunca pensó que podría acercarse a Clara, la chica más luminosa del instituto. Solo cuando reúne el valor para escribirle un poema anónimo, descubre que a veces arriesgarse es la única forma de ganar. Dirigido a adolescentes y jóvenes que disfrutan las historias de amor y…

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Cuento: Las aventuras del primer baile de graduación

Las aventuras del primer baile de graduación

A veces, los momentos que menos esperamos terminan marcando nuestras vidas para siempre.

Así le ocurrió a Adrián.

Nunca había sido el chico popular, ni el que destacaba en los deportes. Su vida giraba en torno a los libros, las historias que lo transportaban a mundos lejanos y los poemas que le hacían soñar con amores imposibles. En el instituto San Esteban, pasaba desapercibido, como si formara parte del mobiliario. Y hasta ese momento, eso no le había molestado demasiado.

Pero entonces llegó la graduación.

Y con ella, la posibilidad de invitar a bailar a la única persona que hacía que su corazón latiera más rápido.

Clara.

La chica de la risa contagiosa, del cabello rojo que parecía arder bajo el sol y de los ojos llenos de vida. La que tenía a medio instituto embobado con su carisma y que, sin saberlo, se había convertido en el sueño inalcanzable de Adrián.

Él nunca se había atrevido a hablarle más allá de un tímido «hola» en los pasillos. ¿Cómo podría una chica como ella fijarse en alguien como él?

Pero entonces, el destino—o tal vez una casualidad perfectamente planeada—los puso frente a frente.

Un encuentro inesperado

La biblioteca era el refugio de Adrián. Allí, entre estanterías polvorientas y el olor a papel viejo, encontraba su lugar en el mundo.

Aquella tarde, mientras buscaba un libro sobre la Revolución Francesa para un ensayo, una mano se deslizó sobre la suya en el estante.

—Oh, perdón… —murmuró él, retirando la mano con torpeza.

—¿Este libro es sobre la Revolución Francesa? —preguntó una voz femenina.

Adrián levantó la vista y se encontró con Clara.

La Clara.

Su cabello rojizo caía en suaves ondas sobre sus hombros, y en sus labios danzaba una media sonrisa.

—Ah… sí, es una versión bastante detallada de los eventos. Puedo pasártelo si lo necesitas… —dijo Adrián, sintiendo cómo su corazón le golpeaba el pecho.

Clara inclinó la cabeza, estudiándolo con curiosidad.

—¿Sabes mucho de historia?

—Más de lo que me gustaría admitir.

Ella rió, y aquel sonido fue como un relámpago en mitad de una noche oscura.

—Entonces, ¿me ayudarías con mi ensayo? Prometo no ser una alumna difícil.

Adrián asintió, sintiendo que algo dentro de él comenzaba a cambiar.

Se sentaron en una de las mesas y, entre explicaciones sobre la Revolución y bromas sobre los profesores, descubrieron que compartían más cosas de las que imaginaban.

Y, sin darse cuenta, Clara dejó de ser un sueño inalcanzable.

Se convirtió en una persona real.

El dilema del baile

Los días pasaron y la amistad entre Adrián y Clara creció.

Paseaban juntos después de clases, hablaban de libros y películas, y compartían secretos bajo la sombra de un viejo roble en el parque.

Pero a medida que la fecha del baile se acercaba, Adrián no podía ignorar la pregunta que le rondaba la mente: ¿Y si la invitaba?

La idea lo aterraba.

Clara era la chica que todos querían como pareja. En cualquier momento, alguien más la invitaría y él perdería su oportunidad.

El miedo al rechazo lo paralizaba.

Hasta que, en una clase de literatura, mientras analizaban un poema sobre el valor, algo dentro de él hizo clic.

Si nunca se atrevía a arriesgarse, nunca sabría la respuesta.

Aquella tarde, con manos temblorosas, escribió un poema en una hoja de papel y lo deslizó en el casillero de Clara.

El coraje no es la ausencia de miedo, sino la decisión de enfrentarlo.
El amor no es solo un baile, sino la compañía con la que decides compartirlo.
Yo elegiría compartirlo contigo.
Si tú quisieras hacerlo conmigo.


A.

Y esperó.

La respuesta

El día del baile llegó.

El gimnasio del instituto estaba decorado con luces titilantes y guirnaldas plateadas. La música flotaba en el aire mientras los estudiantes llegaban con sus mejores trajes y vestidos.

Adrián estaba allí, pero su mente estaba en otro lugar.

No había recibido respuesta.

Tal vez Clara nunca había leído la nota. O tal vez la había leído… y había decidido ignorarla.

Suspiró, ajustándose el traje heredado de su hermano mayor, sintiéndose fuera de lugar.

Entonces, la vio.

Clara entró al gimnasio como si el mundo entero girara en cámara lenta. Su vestido azul cielo realzaba su piel luminosa, y sus ojos destellaban bajo las luces.

Se acercó a él con una sonrisa traviesa.

—¿Recibiste mi respuesta? —preguntó.

Adrián parpadeó.

—No… yo…

Clara extendió la mano y le mostró el papel donde él había escrito el poema.

En la esquina inferior, con tinta azul, había una única palabra: «Sí».

El corazón de Adrián se detuvo.

—Entonces… —tragó saliva—, ¿me concederías este baile?

Clara no respondió con palabras.

Simplemente tomó su mano y lo guió hacia la pista de baile.

Bailaron bajo las luces, con los ojos fijos el uno en el otro, rodeados por el murmullo de risas y música, pero ajenos a todo lo demás.

Para Adrián, todo aquello seguía pareciendo un sueño.

Pero un sueño del que no quería despertar.

El inicio de algo más

Cuando la última canción terminó, Adrián y Clara salieron al jardín, donde la brisa de la noche era fresca y las estrellas brillaban con descarada intensidad.

—Nunca te imaginé como alguien que escribe poesía —dijo ella, con una sonrisa divertida.

—Yo tampoco. Pero supongo que algunas personas nos inspiran a hacer cosas que jamás pensamos hacer.

Clara lo miró, con una expresión suave.

—¿Sabes? —dijo—. Nunca quise que este baile fuera solo una noche.

Adrián sintió un cosquilleo en el pecho.

—Ni yo.

Entonces, sin planearlo, sin pensarlo demasiado, Clara se inclinó y le dio un beso suave en la mejilla.

—Gracias por invitarme a bailar.

Y en ese momento, Adrián supo que su historia no terminaba ahí.

Era solo el comienzo.

Moraleja del cuento: «Las aventuras del primer baile de graduación»

A veces, el mayor riesgo no es fallar, sino nunca intentarlo.

En el amor, como en la vida, la valentía de dar el primer paso puede abrir puertas a momentos que nunca imaginaste.

Porque los sueños no se cumplen solos; hay que atreverse a convertirlos en realidad.

Abraham Cuentacuentos.

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