Timoteo, el valiente conejito que llenó de alegría la vida de todos los animales
Había una vez en un tranquilo pueblo rodeado de campos verdes y flores de colores, vivía Timoteo, un simpático conejito de brillantes ojos azules.
Timoteo era conocido en todo el lugar por su gran corazón y su valentía para ayudar a los demás.
Un día, mientras Timoteo disfrutaba de un paseo por el prado, escuchó un ruidito proveniente de un árbol cercano.
Se acercó curioso y vio a un pequeño pajarito atrapado en una rama.
Sin dudarlo, Timoteo decidió rescatarlo y con sus habilidosas patitas logró liberar al pajarito.
«¡Muchas gracias, amable conejito!» dijo el pajarito. «Ahora te debo una enorme deuda de gratitud. Si alguna vez necesitas ayuda, no dudes en llamarme».
Encantado con el nuevo amigo, Timoteo agradeció el gesto y siguió explorando el prado.
Mientras se alejaba, escuchó otro ruidito proveniente de un arbusto.
Esta vez, encontró a un ratoncito atrapado entre unas ramas espinosas.
Nuevamente, Timoteo no dudó en ayudar y con mucho cuidado, logró liberar al ratoncito.
«Muchas gracias, noble conejito» dijo el ratoncito. «Si alguna vez necesitas ayuda, estaré aquí para devolverte el favor».
Timoteo sonrió y continuó su camino.
Mientras caminaba cerca de un arroyo, escuchó llantos desconsolados.
Allí vio a un pequeño patito que había quedado atrapado en un pantano de lodo.
Rápidamente, Timoteo saltó al rescate y llevó al patito a tierra firme.
«¡Oh, gracias, valiente conejito!» dijo el patito. «Te debo la vida. Si alguna vez necesitas ayuda, no dudes en buscarme».
Timoteo se despidió del patito y continuó su aventura.
Pronto, encontró un hermoso arcoíris que parecía necesitar su ayuda. Los colores del arcoíris se habían mezclado y no lucía tan hermoso como antes.
Sin pensarlo dos veces, Timoteo utilizó su creatividad y comenzó a danzar alrededor del arcoíris, logrando que sus colores se desenredaran y brillaran nuevamente.
Con una sonrisa en su rostro, el arcoíris agradeció a Timoteo y le dijo: «Eres un conejito especial, capaz de ayudar a todos aquellos que encuentras en tu camino. Como recompensa, te concedo tres deseos».
Timoteo, sorprendido por la generosidad del arcoíris, decidió pedir un deseo para sus nuevos amigos. «Deseo que el pajarito siempre tenga un nido cálido y seguro, que el ratoncito encuentre siempre suficiente comida y que el patito nade en aguas tranquilas y seguras».
El arcoíris sonrió y concedió los deseos de Timoteo.
Los pájaros y los animales del prado se alegraron al ver que el pajarito, el ratoncito y el patito estaban más felices que nunca.
Desde aquel día, Timoteo y sus amigos vivieron muchas aventuras juntos en el prado.
Siempre recordaron que la amistad y la generosidad podían crear finales felices y llenos de moralejas.
Y así, queridos niños, cada vez que vean un conejito saltando por el prado, recuerden la historia de Timoteo, el valiente conejito que llenó de alegría la vida de todos los animales y aprendió que ayudar a los demás es el mayor tesoro que podemos tener.
Abraham Cuentacuentos.
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